jueves, mayo 2, 2024
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Enfrentamientos entre bolivianos

Es sumamente doloroso ver escenarios de enfrentamiento entre bolivianos. Entre hermanos que representan la Patria fundada en 1825. Que simbolizan la fuerza, el empuje y el espíritu, de la bolivianidad, en el contexto suramericano. Que enarbolan el rojo, el amarillo y verde, como signo de la soberanía nacional. Acá parece que hubiera, desgraciadamente, una maldita intención de destruir la nación. Ello se advierte en las acciones promovidas, indudablemente, por intereses sectarios o particulares. Por consignas que buscan la perpetuidad en el Poder. De veras que se impone la mezquindad política.
Posiblemente algunos se solazan con tales hechos, aquéllos, particularmente, que se consideran los “mesías”. Que creen, en sus momentos de devaneo, arrastrar multitudes, como el taumaturgo de Galilea. Pero que éste, a diferencia de muchos, priorizaba el amor, el perdón y la sanidad entre sus coetáneos. No se dan cuenta que sus figuras se deterioraron. Sus discursos y actitudes declinaron y, por lo tanto, perdieron credibilidad política. Ellos van contando el número de heridos y bajas. Y no se conmueven ante esos resultados, tan funestos.
Enfrentamientos que jamás permitieron restañar las heridas. Que marcaron el desencuentro, en desmedro del entendimiento y la concertación. Que incentivaron, en dictadura y democracia, el odio y la revancha. Que dividieron a los bolivianos, profundizaron las diferencias político-ideológicas, ahuyentaron el espíritu de reconciliación y minimizaron los objetivos de unidad, en circunstancias adversas. En aquéllas donde se frustraban, inclusive, las aspiraciones de mejores días, de los menos favorecidos. Hubo quienes no sintieron esta realidad, porque percibían jugosos haberes en la administración pública. Porque hicieron crecer sus fortunas, con recursos del Estado.
Enfrentamientos que empañaron la imagen del país, ante la comunidad internacional. Que crearon suspicacias entre los pueblos y gobiernos, partidarios de la paz y la convivencia civilizada. Que evitaron la llegada de inversión extranjera que tanto se requería para generar empleo.
El enfrentamiento, en democracia, no es una señal constructiva, reconciliadora ni pacificadora, sino un retroceso hacia las épocas de la barbarie, que se creía ya superadas. Por cuanto destruye todo lo que se había logrado, desde aquel histórico 1982 a la fecha. Particularmente la convivencia entre mayorías y minorías, ganadores y perdedores, orientada por las libertades ciudadanas, irrestrictas. Los con razón y los sin razón alimentaron tales hechos, motivados por intereses creados. Parece que el objetivo es capturar el Poder, a como dé lugar, para seguir medrando a expensas del erario nacional.
Algunos se sienten realizados, al ver esa situación de “enguerrillamiento”, de desilusión e incertidumbre. Creen que sus instrucciones se cumplen al pie de la letra. Que saldrán con las suyas, ganando electores. Que volverán a saborear la miel del Poder. Piensan que son los “enviados” para salvar a Bolivia, que la destruyeron alegremente. Presumen de predestinados para liberar a los humildes. Éstos que se multiplicaron por la pandemia.
En suma: es momento del desarme espiritual, si de veras amamos la Patria. Dios la bendiga…

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