lunes, mayo 13, 2024
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Vistazo al Reino Unido

La economía (esa extraña ciencia que no puede predecir qué pasará mañana, aunque puede explicar con lujo de detalle lo que sucedió ayer) ya advierte que, pese a que a los humanos nos gusta autodenominarnos seres racionales, a veces simplemente somos insensatos como adoquines, dice Miguel Artime, en un artículo publicado en días recientes. “En el Reino Unido escasean los combustibles y esta situación es parecida a la ocurrida durante la pandemia del año pasado donde se dieron aquellas “compras nerviosas” por el estado de emergencia debido al virus; se hallaban con el miedo a lo desconocido, que los llevó a pensar a muchos que el período “especial” de encierro domiciliario anunciado, previsto inicialmente para pocas semanas, podía transformarse en meses. El papel higiénico, el agua, la harina y los bienes de primera necesidad daban “seguridad” a quien los compraba”.
Lo visto hoy en las gasolineras británicas es en cierto modo una reedición de aquellos efectos y miedos irracionales -añade- seguimos en pandemia, cierto, lo cual hace que aún bastantes británicos den la espalda al uso de los medios de transporte públicos por miedo a contagiarse, lo que a su vez eleva el tráfico de vehículos particulares y por tanto de la demanda de gasolina. Pero también debemos hablar del Brexit y sus consecuencias. El Reino Unido tiene en estos momentos un déficit de 100.000 conductores de camión, vacantes provocadas por el éxodo de trabajadores procedentes de la Unión Europea. Aquella política del Siglo XIX basada en el “espléndido aislamiento” es hoy una idea económicamente estúpida y destructiva. Este asunto me ha recordado a la así llamada “psicología de la escasez”, idea propuesta en 2004 por Eldar Shafir, (profesor de psicología del comportamiento en la prestigiosa Universidad de Princeton). Investigador coautor, del afamado libro sobre esta temática, Shafir afirma que “la escasez altera la forma en que juzgamos las cosas y a menudo conduce a elecciones que ponen en entredicho la racionalidad”. Los británicos podrán solucionar pronto su problema “ficticio” con la gasolina; simplemente deben tranquilizarse y acudir a llenar sus depósitos cuando realmente lo necesiten. Mientras no lo hagan, este temor irracional a que la gasolina se acabe es precisamente el que provoca el desabastecimiento.
Nos ocurrió lo mismo a los bolivianos bajo ese irracional miedo muchas veces, y de ello se aprovecharon los “pescadores en río revuelto” que hicieron pingües ganancias, siendo el ejemplo más palpable el negro período ocasionado por el virus chino en 2020: ventas cuantiosas de alcohol, artículos de bioseguridad, oxígeno, y otros, sin mencionar lo que ocurrió con los alimentos que, también al igual que las frutas y yerbas, por las que nadie pagaba antes sumas elevadas, fueron objeto de una despiadada especulación, por una escasez provocada a propósito con el criminal ocultamiento, para amasar fortunas a costa del dolor ajeno. Asimismo, aquello del “aislamiento” –ya lo estamos– tiene consecuencias. Perder el mercado norteamericano para los productos bolivianos de nuestros productores pequeños, a título de que nos comprarían Venezuela y Cuba, es otra muestra de algo no cumplido, y perjudicial para bastante gente.
Si sucede en países desarrollados como el Reino Unido, según el vistazo que hemos dado, cierto es que en las naciones postergadas, usted ya lo sabe, también acontece lo mismo, pero el golpazo es para la gente más necesitada.

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