lunes, mayo 13, 2024
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Las estatuas y el síndrome del emperador chino

Los recientes incidentes relacionados con la vandalización de monumentos públicos ponen a pensar sobre la relación que ciertos sectores de la sociedad tienen con el pasado, un pasado que aprendieron de malos textos escolares y de aún más malos ideólogos y académicos que insuflan su propia interpretación de la historia, yo estaría de acuerdo en sacar la maltratada estatua de Cristóbal Colón si en su lugar el gobierno plurinacional hubiera establecido en 15 años la verdad histórica como parte de la enseñanza regular, pero todo se decantó en un folclorismo ritualista que instrumentalizó la lucha de los pueblos para beneficio de un politburó cleptocrático.
Lo cierto es que Colón no fue el “descubridor” de América, la arqueología demuestra que hubo expediciones desde la lejana China que desembarcaron hace como mil años en las costas del actual Ecuador y Perú, las momias egipcias tienen rastros de coca y posteriormente vikingos, romanos, musulmanes y templarios llegaron por la costa atlántica, Colón fue el último navegante en llegar, probablemente utilizando antiguos mapas donde se dibujan las costas de América, comenzando una sistemática colonización. Pero esto no se ve reflejado en los mediocres textos escolares por lo que la rinoplastia a la estatua de Colón es el resultado de la mala educación plurinacional que absolutamente nada enmendó para establecer la verdad histórica sobre los hechos de las expediciones a nuestro continente, antes bien ahondan la ignorancia acerca del pasado, ignorancia explotada convenientemente por el poder que utiliza los discursos de moda que comenzaron en universidades norteamericanas de tendencia “progre”. En nuestro caso los indigenistas “posmos” exhiben una ignorancia descomunal que desconocen el hecho de que la colonización fue posible no porque un puñado de conquistadores fueran unos súper hombres indestructibles sino por la colaboración que les prestaron caciques locales junto a sus comunidades (como los chancas, huancas y cañaris) que querían sacudirse del yugo del Inca; se quiere obviar que establecida la Colonia muchos nobles quechuas y collas tuvieron privilegios otorgados por la corona española, como tener su escudo nobiliario, exención de tributos reales, poder tener siervos y extensas propiedades, al respecto menciono al cacique Agustín Siñani del Siglo XVIII, quien colaboró en las refacciones de la famosa Iglesia de Calamarca que contiene los bellos cuadros de los apreciados ángeles de la Escuela del Collao, el arte renacentista americano pictórico y musical muestra la coexistencia de cosmovisiones fusionadas en el denominado barroco mestizo.
Por “síndrome del emperador chino” me refiero a la costumbre que tenían los emperadores chinos una vez que desplazaban a una dinastía más antigua de quemar absolutamente todo registro de la anterior dinastía y con este gesto indicar que “la historia comienza conmigo” perdiéndose registros y saberes que podían ser útiles como la ocurrida el 213 a.C. con Qin Shi Huangdi que quemó las obras de las Cien Escuelas del Pensamiento ejecutando a cualquiera que se refiriera a ellos y escribiendo sus propios libros de historia. Esta mentalidad que parecería superada hace dos mil años resurge ahora cuando el poder necesita de fanáticos que endiosen al partido único y al líder supremo en una muestra de totalitarismo propia del stalinismo más que de una sociedad que se dice plural y múltiple en sus componentes. La estatua nada significa en estos momentos cuando los pueblos de las tierras bajas están sufriendo hace años el recorte de sus territorios por un Estado que otorga favores por igual a soyeros y cocaleros, ellos preferirían el respeto a su forma de vida y a sus tierras antes que reconocimientos simbólicos o tener una estatua de alguno de sus líderes en alguna plaza del país, mientras sus tierras arden junto con la biodiversidad; vivimos en un sinsentido y una locura programada donde los únicos que ganan son los que usufructúan del poder impunemente quienes emiten decretos y leyes sin consultar a los interesados.
Sumado a la mala educación impartida y al totalitarismo imperante están las causas psicológicas relacionadas con una generalizada baja autoestima (producto de la mala educación) y un profundo resentimiento, que son explotados por politiqueros y académicos que buscan un espacio en el aparato estatal. Si sobre malos sentimientos nada positivo se puede construir, entonces la educación debe partir primero por establecer la verdad histórica, no en fermentar resentimiento y odio en la juventud que no tiene los elementos de juicio para estudiar la historia en todas sus variables. La historia es un devenir en el que cuentan tanto los tropiezos como las elevaciones que nos hacen importantes en el decurso de los hechos, somos más que el pasado, somos la potencialidad del futuro, el futuro se construye hoy, teniendo en cuenta todo el pasado y evaluando el presente.
La destrucción de lo simbólico es solo eso, símbolos, el verdadero iconoclasta será primero en su espíritu autoconsciente, ya que la materia puede ser mejorada. Nuestra historia es una coexistencia de todos los elementos históricos descritos arriba, la materialidad de la historia es más que las estatuas, es el cómo proyectamos el futuro, el cómo investigamos los momentos que nos constituyeron sin los cortes que establece el discurso oficial. La historia, como decía el filósofo Hegel, es el relato del desarrollo de la libertad humana. Si la vemos así, el estudio de la historia ampliará nuestro espacio de libertad en lugar de recortarla y reducirla a los dictados arbitrarios del poder.

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