sábado, mayo 18, 2024
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Evaluando a un posible ganador

Un empate técnico de apenas un punto y fracción a favor de Pedro Castillo de Perú Libre, sobre Keiko Fujimori de Fuerza Popular, es el cuadro en vísperas de la segunda vuelta de la elección presidencial peruana. A la primera se la endosa derechismo, el apoyo empresarial y de no pocos denunciados de corrupción, entre los que Keiko no sería la excepción. En principio a Pedro Castillo se lo vinculó con una izquierda de tipo originario y de adherirse al Socialismo del Siglo XXI. O Castillo supo disimular bien tal supuesto o estamos ante un aspirante evolucionado y que debería reflejar confianza, por lo menos bajo beneficio de inventario.
Orillando los programas demasiado generalistas de ambos candidatos, sin el cómo lograrían sus abundantes promesas, es necesario concentrarse en la supuesta amenaza de revolución social populista de Castillo. Este candidato es maestro del área rural, bastante despabilado y desinhibido de prejuicios. No obstante, se le imputa no haber ejercido el magisterio por varios años, dedicado a la dirigencia de su sector. Como el discurso de cualquier candidato no es solo su carta de presentación, sino también pauta del subconsciente personal, este último dato parece suficiente para no inquietar al votante medio peruano y aun a sus clases altas. Sus intervenciones no han reflejado influjos racistas y menos revanchistas. Tampoco alientan odio social o étnico que conllevaría el divisionismo, ni invocaciones a “los 500 años” de discriminación y explotación. Castillo muestra una auto superación intelectual plausible.
Algo similar y aun en grado más elevado ha dejado patente Yaku Pérez, reivindicando su origen nativo, candidato a presidente por el partido Pachacuti del Ecuador en la elección de febrero 2021. Con grado académico de abogado, de amplia cultura y ecuanimidad social, ubicado en tercer lugar de la elección. Personajes de estas características avalan una sana incorporación a la política y al gobierno de sus importantes sectores sociales, siempre que aspirantes a los distintos niveles del Estado reproduzcan esas condiciones. Esto se enriquece junto a los presupuestos formativos que, cuanto más amplios, sirven mejor para cambiar el radicalismo por una comprensión integral y constructiva de sus países. Las diferencias son notorias en comparación con la mayoría de nuestros legisladores y de altos miembros del Ejecutivo en nuestro medio, además llevados por el revanchismo y la confrontación.
No deseamos una situación negativa para la hermana comunidad peruana, ni siquiera una aproximación a los tintes autoritarios que hemos vivido, reproducidos ahora.

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