En el momento en que la crisis va en escalada existen instituciones que, en lugar de trabajar más y mejor, crean e incrementan los “asuetos”. El calendario de feriados en Bolivia es nutrido, pero, además, son tomados como feriados los Días “D” brindando a los trabajadores la posibilidad de no asistir al trabajo media jornada o incluso el día entero. Abundan los ejemplos, empezando por los “aniversarios” de creación o fundación de la institución, como si recordar y conmemorar la fecha en que comenzó a operar la misma fuera un verdadero feriado, que incluso da la oportunidad de cerrar las calles con desfiles y actos de celebración.
Es absurdo celebrar de esta forma algo inherente al funcionamiento de las organizaciones. Otros ejemplos ridículos: suspender clases en las universidades por el día del estudiante, dar asueto a las mujeres por el día de la mujer, de la madre, de la secretaria… brindar asueto a los docentes por el día del maestro y a los trabajadores por el día del padre, del funcionario municipal o del trabajador universitario.
Nunca son festejados los logros de las instituciones cuando ocurren, solo los años que acumulan, no son celebrados resultados o metas cumplidas, como cuando se festeja a los “cumpleañeros del mes” como si no fuera suficiente el festejo en sus hogares. Cada año son creadas nuevas formas de suspender el trabajo, como, por ejemplo, la celebración de “compadres” y “comadres” que se produce en las oficinas mismas.
Por si fuera poco, quienes organizan con entusiasmo estas celebraciones no atisban a colocar un cartel en la puerta que diga: “hoy no se atiende porque es el cumpleaños del jefe”. De esta forma, la persona que debe recurrir a la consabida tramitología paceña tiene como opción única retornar al día siguiente con la esperanza de continuar su calvario. En el caso de los servidores públicos, el “asueto” suele traducirse también en la asistencia a actos como proclamaciones, marchas, desfiles, concentraciones, que obligan a abandonar las oficinas, dejando un personal mínimo.
Esta forma de crónica “asuetitis” provoca el “retardamiento” de trámites y la pérdida de tiempo de los usuarios que acuden a las instituciones por algún trámite; causa también suspensión de horas de clase que difícilmente son reemplazadas, y el propio retraso en el trabajo que realizan quienes son obligados a no trabajar medio día o el día entero por el asueto, por ejemplo, para “recibir a las almas”.
El resultado más dramático es la disminución de productividad: en lugar de brindar una atención ágil al usuario, cliente, trabajador, servidor, beneficiario, estudiante, etc., se prefiere aletargar o postergar el trámite, aprovechamiento, compra, producción, avance, para que así, probablemente, el interesado se aburra y desista.
La crisis no logra extirpar este hábito negativo, incluso parece motivar su crecimiento. Reflexionemos sobre la real necesidad de dar asueto por razones que no se justifican, puesto que la ley obliga al trabajo a todos: sean o no sean madres o padres, estudiantes o docentes, trabajadores o mujeres, y, en esta crisis, pensemos en cambiar esas normas que establecen esos absurdos asuetos que aletargan y postergan los trámites, la educación y la producción.
La autora es antropóloga.