jueves, octubre 31, 2024
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Siete reformas liberales de urgencia

Antonio Saravia

Hoy concluyen tres semanas inolvidables. Durante la mayor parte de febrero, y tal como hicimos en junio del año pasado, estuvimos de gira por varias ciudades del país hablando sobre liberalismo. Pateamos nuevamente el tablero y movimos la aguja ideológica planteando propuestas para sacar al país de la crisis y encaminarlo decididamente hacia el desarrollo.

Empezamos en Santa Cruz, disfrutando de su lindo carnaval, y seguimos por Cochabamba, Tarija, Yacuiba y La Paz. La recepción fue, otra vez, amable, calurosa, y llena de esperanza y optimismo. Hicimos más de 20 charlas públicas, más de 30 entrevistas, dos debates, múltiples reuniones con diferentes sectores, etc. La agenda fue nutrida y variada, pero la sensación siempre la misma: estudiantes, empresarios, gremiales, cívicos, maestros y comerciantes, estamos todos ya hasta el copete de estatismo. El hastío y el clamor por un cambio de paradigma están a flor de piel. El boliviano no quiere vivir un minuto más condenado a la voluntad del Estado y reclama poder desarrollar su propio proyecto de vida al margen de los políticos.

Y es que Bolivia vive enferma de estatismo y esta enfermedad se ha hecho crónica en los últimos 20 años. Cuando los periodistas me preguntan si soy “ultra” liberal, mi respuesta es siempre la misma, los únicos ultras son los de las barras bravas y los políticos del MAS. Ellos son los “ultra” del estatismo. O ¿cómo deberíamos calificar a un partido que decide gastar en cada Presupuesto General del Estado el 80% del PIB? ¿Cómo le decimos a un gobierno que gasta $us 19 millones al día solo en sueldos y salarios para los 600 mil burócratas de su partido? ¿Cómo le decimos a un gobierno que se empeña en mantener más de 70 empresas públicas ineficientes y deficitarias? ¿Cómo le decimos a un gobierno que nos ha condenado a déficits fiscales de alrededor del 8% del PIB por once años consecutivos? ¿Cómo le decimos a un gobierno que despilfarró los $us 60 mil millones que facturamos por venta del gas entre el 2006 y el 2014? ¿Cómo le decimos a un gobierno que se comió nuestras reservas internacionales dejándonos sin dólares y sin combustible? Ellos son los “ultra,” y la gente ya no los quiere ver ni en pintura.

Si nuestra enfermedad es el estatismo, la cura es el liberalismo con reformas profundas. Hay muchas cosas que cambiar, pero lo primero es apuntalar la economía que se nos muere. Durante esta gira he venido planteando 7 puntos liberales urgentes que no pueden esperar.

1) Debemos eliminar el subsidio a los combustibles y a los alimentos. El subsidio nos cuesta entre $us 1.700 y 2.000 millones al año, lo cual representa la mitad del déficit fiscal. Así no hay país que aguante. El subsidio nos está matando. Por eso es que el gobierno se tiene que comer las reservas y nos endeuda cada vez más. Por eso es que no tenemos dólares. El subsidio nos hace además tomar malas decisiones porque los precios no reflejan la real escasez de los bienes y servicios. Vivimos en una burbuja, en la isla de la fantasía, y así nunca asignaremos nuestros recursos eficientemente. Hay formas creativas y estratégicas de eliminar el subsidio, se puede hacer, pero alguien le tiene que poner el cascabel al gato.

2) Debemos eliminar las más de 70 empresas públicas que mantiene el gobierno. Así nomás y sin anestesia. Ninguna sirve para algo. Ojalá pudiéramos privatizar alguna, pero dudo que alguien en su sano juicio se quiera comprar Quipus, BoA, Cartonbol o el Teleférico. Tampoco creo en la opción de entregárselas a sus trabajadores. Si ellos forman un consorcio y se la compran (incluyendo las deudas), perfecto, pero típicamente los trabajadores no tienen la visión empresarial o la capacidad de inversión requerida para hacer una empresa rentable.

3) Debemos reducir el aparato estatal de 600 mil empleados públicos a 300 mil. No podemos seguir viviendo con tanta burocracia que solo nos causa problemas y tramitología. No podemos seguir pagando $us 19 millones al día solo en sueldos y salarios. Debemos pasar de 21 ministerios a 10, y de 52 viceministerios a 30. No somos el primer país que decide reducir su aparato estatal. Existen formas creativas de hacerlo evitando estallidos sociales. Lo que sí se requiere es la voluntad política de hacerlo.

4) Debemos eliminar cupos a la exportación, controles de precio y hacer una profunda reforma tributaria que reduzca impuestos, rebaje tasas y los haga fáciles de pagar. Esto generará un poderoso impulso a la actividad productiva porque removerá la influencia del Estado en nuestras vidas y generará incentivos a acumular riqueza.

5) Debemos desregularizar el mercado laboral. ¿Cómo hacen las empresas para contratar a alguien formalmente pagando salarios mínimos, seguros, aguinaldo, doble aguinaldo, etc., y encima debiendo justificar despidos ante el Ministerio si deciden reducir su personal? ¿No entiende el gobierno que, a mayor número de regulaciones, más caro el trabajador y, por lo tanto, menos trabajadores contratados? ¿No entienden los ultras que los trabajadores bolivianos están condenados a la informalidad (85% de la economía) o al desempleo precisamente por la sarta de regulaciones laborales supuestamente diseñadas para proteger al trabajador?

6) Debemos ofrecer seguridad jurídica a las empresas y los individuos. Nunca lograremos atraer inversión privada si cambiamos las reglas de juego constantemente y no tenemos un sistema judicial probo y eficiente. Debemos además rescatar la propiedad privada sumergida en el comercio, el transporte y la propiedad agrícola. La economía informal opera con millones de dólares de capital que no puede ser formalmente apalancado. Si reducimos impuestos, burocracia y regulaciones, toda esa informalidad tendrá incentivos para formalizarse y habremos rescatado ingentes cantidades de capital operativo.

7) Debemos abrir las fronteras a la importación y la exportación. Esto implica eliminar aranceles y demás cobros aduaneros legalizando el contrabando. La industria nacional no debe competir poniéndole una zancadilla a la competencia de importaciones. Si reducimos impuestos y tramitología, si ofrecemos seguridad jurídica, si eliminamos regulaciones cupos y controles de precios, la industria nacional podrá competir sin necesidad de aranceles que solo encarecen los productos importados para las familias más pobres del país.

Esto es solo el principio, porque hay muchas cosas que cambiar. En una ola de reformas de segunda generación debemos pensar en reformas en materia de educación, salud y pensiones. Debemos además pensar en reformar la Constitución y volver a la República. Pero lo primero es lo primero. Estos 7 puntos nos mueven decididamente hacia el liberalismo, apuntalan nuestra economía y nos generan los incentivos para generar riqueza. Las reformas son duras y de ajuste, pero el sacrificio lo asumen también los políticos a los que les reducimos el tamaño del gobierno y su influencia en la economía.

Si nos movemos hacia el paradigma liberal, los bolivianos podremos vivir como siempre quisimos, al margen del gobierno, creando riqueza para nuestras familias y dejando nuestro talento joven en el país en lugar de expulsarlo por la falta de oportunidades.

 

Antonio Saravia es PhD en economía.

Twitter: @tufisaravia

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