viernes, mayo 10, 2024
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Hablemos sobre investigación académica

Por: Lic. Héctor Molina Angulo

 

Recordemos que…

 

La investigación académica se enfoca en el conocimiento y la comprensión de un campo académico específico. Este tipo de investigación se lleva a cabo dentro del ámbito académico, por profesores, investigadores, estudiantes y otros especialistas en un campo específico. La investigación académica tiene como objetivo contribuir al avance del conocimiento y la comprensión de un tema específico a través de la investigación empírica, la reflexión teórica y la discusión crítica.

 

Las virtudes del buen investigador

 

Existen ciertas cualidades personales y académicas que debe considerar todo aquel que quiera emprender una buena investigación. Dichas cualidades, aunque pueden formar, en algunos casos, parte natural de la personalidad o proceder del investigador, pueden resultar, también, un producto de la práctica y el entrenamiento del sujeto en estas lides. Así, podemos decir que, muchas veces, uno aprende a investigar bien, justamente, investigando.

 

En primer lugar, el buen investigador debe ser riguroso en su empresa. Ello implica que se ciña a la estrategia propia de la investigación académica, es decir que proceda de la delimitación adecuada y suficiente de un tema al planteamiento de una pregunta o problema de investigación y, luego, a la formulación de una hipótesis o respuesta tentativa, que someterá a una evaluación o validación posterior. Así, el buen investigador sigue concienzudamente un método, que no debe entenderse como una camisa de fuerza que acabe con la posibilidad de ser creativo u original sino, más bien, como una ayuda adicional que facilitará su labor, una especie de hoja de ruta que lo guiará en su indagación del fenómeno que está estudiando. Además, como parte de esta rigurosidad, el buen investigador es minucioso y exhaustivo en sus observaciones, sus análisis y su consulta de las fuentes de información pertinentes.

 

En segundo lugar, el buen investigador tiene un fuerte sentido de la ética. Esto se revela en su proceder honesto, exento de algún afán de distorsionar la evidencia o los resultados de su investigación o de maquillar ciertos hallazgos con el objetivo de que resulten más claramente acordes con la hipótesis propuesta. Esto se debe a que el fin de la investigación académica no es la mera persuasión de una audiencia o la simple defensa de una postura, sino la demostración, fundamentada, sustentada y racional, de una respuesta tentativa o explicación plausible de un estado de cosas o fenómeno en el mundo.

 

Como parte de esta honestidad es, también, transparente al consignar las referencias bibliográficas de aquellas ideas que han sido tomadas de otros autores y que se han empleado en la realización de la investigación, y en el documento resultante, ya se trate de una monografía, un artículo publicable, una tesis, etcétera. Así mismo, no exagera ni distorsiona las ideas de otros y procura expresar las suyas de la forma más clara posible con el objetivo de que sean bien comprendidas. En este sentido, el lenguaje deviene un medio para revelar todo al lector, con claridad y transparencia, y no una herramienta para disfrazar lo hallado o para confundirlo. Además, si en su investigación han participado otros seres vivos, ya sean animales, individuos humanos o comunidades, se preocupará por cumplir con los requerimientos éticos correspondientes, como obtener un consentimiento informado de los participantes humanos, tratar a los animales de acuerdo con la normativa vigente, etcétera.

 

En las instituciones académicas, como las universidades por ejemplo, suelen existir comités de ética encargados de velar por que las investigaciones conducidas por su comunidad, profesores o estudiantes, cumplan con los requisitos de trato adecuado y digno de los sujetos participantes. Además de responder a fines obviamente éticos, el cumplimiento de dichos estándares ubica a la investigación realizada en concordancia con los estándares del mundo académico a nivel internacional.

 

En tercer lugar, el buen investigador es curioso y original. Parte de una duda, una inquietud, que lo impulsa a aproximarse a la realidad para interrogarla en busca de nuevas y mejores explicaciones o respuestas. Se pregunta por el cómo o el porqué de un determinado fenómeno y, a partir de dicha interrogante, diseña una investigación que lo aproxime a una respuesta. Su curiosidad no es vana, sino que responde a unas ganas de enriquecer su conocimiento, y el de su comunidad, en un área determinada del saber. Así mismo, al formular sus preguntas o problemas de investigación es original, es decir, no repite preguntas ya claramente respondidas ni formula hipótesis ya puestas a prueba con anterioridad en circunstancias equivalentes, sino que busca ir un poco más allá de los márgenes de lo conocido. Para ello, es preciso que conozca los límites del saber en el área de su interés, qué se sabe, qué se sospecha, qué necesita más evidencia para ser confirmado, etcétera, y, en función de eso, formule preguntas nuevas o proponga respuestas inéditas; pero razonables y pertinentes a la luz de la evidencia y el conocimiento actual. En este sentido, podemos añadir que las respuestas tentativas o hipótesis planteadas deben ser originales a la vez que informadas, es decir, estar nutridas por el conocimiento o la teoría vigente sobre el tema de investigación.

 

Además, el buen investigador es autocrítico. Sabe que, aunque su investigación haya podido arrojar resultados que respalden su hipótesis, siempre es posible que una próxima investigación produzca resultados distintos, por lo que ninguna hipótesis puede ser absolutamente demostrada o comprobada de forma definitiva. Siempre podría ser el siguiente resultado el que revele que la explicación propuesta, aunque hasta ahora validada, no funciona de forma suficiente para brindar una explicación suficientemente adecuada de la realidad en su conjunto. Pero investigar merece la pena, porque es a fuerza de investigaciones sucesivas relacionadas con un mismo fenómeno que se va construyendo un panorama cada vez más claro del tema en cuestión. Como resultado de esa posibilidad de autocrítica, el buen investigador sabe que sus métodos pueden ser perfectibles, sus hipótesis más explicativas, sus explicaciones o interpretaciones de los resultados obtenidos más pertinentes, etcétera. En ese sentido, es consciente de la perfectibilidad de sus acciones: siempre es posible informarse un poco más, diseñar un método de indagación un poco más preciso o adecuado, ir un poco más allá en sus indagaciones, entre otros; y, sin embargo, esta conciencia no lo paralizará sino que lo motivará a hacer cada vez mejor las cosas.

 

No debe dejarse de lado, claro, la capacidad de ser crítico respecto del método mismo, lo que Kerlinger (1988) llamó capacidad de autocorrección; es decir, la posibilidad de evaluación interna del método en sí mismo. Tanto la autocrítica como la autocorrección nos permitirán seguir investigando, dudando e interrogándonos, procurando aproximarnos siempre cada vez un poco más a la explicación que resulte totalmente satisfactoria.

 

Finalmente, no podemos terminar esta sección sin añadir una cualidad que nos caracteriza y potencia como investigadores: la capacidad de asombro, de admiración y sorpresa ante las cosas. Un investigador que no se maravilla, extraña o sorprende ante la ocurrencia de cierto fenómeno social, el desarrollo de cierta habilidad en el ser humano o la sucesión de eventos en una cadena (en apariencia) causal no podrá enfocar su mirada de forma adecuada y orientarla hacia el sector del mundo que le interesa para interrogarlo, para hacer la eterna pregunta: ¿por qué?, ¿por qué así y no de otro modo? La sorpresa o el asombro es el punto de partida de toda investigación y, a la vez, el punto de llegada, que desatará, a su vez, nuevas preguntas. sorpresa ante las cosas. Un investigador que no se maravilla, extraña o sorprende ante la ocurrencia de cierto fenómeno social, el desarrollo de cierta habilidad en el ser humano o la sucesión de eventos en una cadena (en apariencia) causal no podrá enfocar su mirada de forma adecuada y orientarla hacia el sector del mundo que le interesa para interrogarlo, para hacer la eterna pregunta: ¿por qué?, ¿por qué así y no de otro modo? La sorpresa o el asombro es el punto de partida de toda investigación y, a la vez, el punto de llegada, que desatará, a su vez, nuevas preguntas.

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