martes, abril 16, 2024
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Los añicos del violentismo masista

Lo que toca el MAS, queda hecho añicos. Esa energía destructiva es inversamente proporcional a su capacidad de buena gobernanza, tanto en Bolivia como hacia afuera. En Bolivia pisotea los Derechos Humanos, el Estado de Derecho y el resto de libertad y democracia. Ahora, además de exportar cocaína al mundo, exporta violencia al Perú, violando su soberanía. Es la correlación de la forma del régimen del MAS y su aspecto visible.
El MAS genera un problema internacional de dimensiones existenciales para Bolivia y su gobierno calla como un cómplice. Es un indicio del juego de buen policía y mal policía entre Arce y Morales. El MAS es gobierno y oposición a la vez. Cuando el Perú pida la extradición de Morales, en un año, se verá si ese juego se convierte en dura evidencia o no.
Mientras el gobierno de Bolivia calla, en el Perú se discute seriamente sobre cerrar la frontera con Bolivia y expulsar a su Embajador, el que brilla por su inexistencia. La presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, María del Carmen Alva, lo expresa: “No me visitó ni cuando era presidente del Congreso, ni ahora que soy presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores (…) es un Embajador de perfil bajo, no sé lo que hace”. El trabajo diplomático de Bolivia ante Perú muestra que la falta de democracia en Bolivia va con un creciente desinterés de cooperación honesta, no solamente con Perú.
La crisis política del MAS en Bolivia afecta también a su política exterior, es reflejo de su estructura de política interna. La política exterior de Bolivia no es una página de gloria, es más bien una larga suma de mediocridad, derrotas y entrega de soberanía, como en el caso del Silala. Su nueva estrella ahora es hacer añicos la amistad Perú-boliviana, a través de la exportación de su violentismo.
Siendo Perú un socio vital y estratégico de Bolivia, la actuación de la diplomacia masista y la de sus infiltrados en Perú son una irresponsabilidad tremenda, una idiotez hecha ideología. La reacción de Perú la ven los masistas como algo “gracioso”, como lo expresa el exviceministro de Coca y Desarrollo Integral, Dionisio Núñez. Es ese acostumbrado eructo monocorde y arrogante del MAS. Se sorprende porque el principal socio estratégico de Bolivia les dice ¡basta de intromisiones y de violación de su soberanía y de separatismo! Perú debe despertar y frenar esta demencia política.
Sólo un cambio sistémico puede tener un efecto de mejora a largo plazo. Esto es precisamente lo que el régimen del MAS no quiere, ya que su principal interés es el atornillamiento en el poder y el enriquecimiento a corto plazo. El gobierno del MAS nada hace de lo que se supone que debe hacer un Estado de Derecho.
Se destaca sólo en la opresión y explotación de sus ciudadanos y ahora en la exportación de desestabilización al Perú. ¿Se imagina el lector lo que el aparato político del MAS gritaría si el Perú se entrometiera con actividades subversivas, separatistas, en problemas políticos de Bolivia, como lo hace el MAS en el Perú?
Viendo más a fondo el violento conflicto en el sur de Perú, especialmente en Puno, que es un conflicto del gobierno del MAS, y la fundamentación histórica-étnica del porqué del adoctrinamiento político que el MAS da a quechuas y aimaras en el Perú, se sacan algunas conclusiones preocupantes.
El indigenismo aimara de Bolivia, el masismo indigenista, es un movimiento social que sustenta al MAS, se sustenta en un etno-nacionalismo contrahegemónico que lo copian en Perú. El surgimiento de los pueblos indígenas aimaras y quechuas en el esquema plurinacional de Bolivia, como pueblos étnico-nacionales, además con una identidad naciente de territorio, es un hecho político. En su proceso nacionalista se sienten más aimaras que bolivianos o peruanos. El caso de la nación aimara, en medio del espacio territorial de fronteras de los países Bolivia, Perú y Chile, establecidas o impuestas en el siglo 18 y 19, conlleva una potencial conflictividad.
El MAS genera un fenómeno separatista aimara tipo “kurdo” o “vasco” en Perú y Bolivia, y entre ambos. Los violentos conflictos exportados a Perú, más allá de su base política social, son como contracciones de una aún no nacida nación aimara en medio de dos
Estado-Naciones.
En sentido jurídico, no existe una nación aimara en Perú, pero políticamente, con la exportación del concepto plurinacional, así como sus estrategias de lucha monolíticas y falocéntricas del MAS, se da lugar a una creciente fricción entre Perú y Bolivia que puede desembocar en una ruptura de las relaciones diplomáticas, en una guerra civil en alguno de estos países o en ambos.
Aunque no existiera todo el problema político-étnico que existe en Puno y en Bolivia, los pueblos que independientemente de su etnia quieren libertad y paz, no ganarían mucho porque el régimen del MAS genera suficientes oportunidades políticas, financiadas con dinero del narcotráfico para materializar su energía destructiva, basada en un nacionalismo militante aimara para lograr su cohesión étnica, haciendo añicos a toda integración entre pueblos.

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