Pese a todas las batallas, no conviene dejar de luchar contra el coronavirus, esa debe ser la consigna de todo tiempo; cualquier descuido o pausa que se abra puede ser intervalo apto para un rearme que fortalezca el poder del virus que no necesita feriados o días de asueto para consumar su labor en contra del ser humano.
Importa mucho que siendo de interés y conveniencia nacional la salud de la población, toda ella debe estar comprometida en la realización de labores que permitan combatir con éxito a dicha enfermedad que, sin clemencia alguna, renació en diferentes sitios del mundo.
En escuelas, universidades y sitios de aglomeración de gente (estadios y concentraciones públicas) se tiene que obrar conjuntamente para combatir al Covid-19 o a cualquier mal que ataque a la población; nadie, en las actuales circunstancias, puede negar su concurso; al contrario, debe redoblar esfuerzos, posesiones y posibilidades de toda clase para que lo que se vaya a hacer sirva como ejemplo para un accionar en beneficio general.
Son muchas y muy onerosas las guerras a ser libradas contra cualquier virus; puede ser más grave y costoso hacerlo contra la pandemia que se creyó superada y que, está visto, solo estaba “adormecida o en simple letargo”.
Si naciones poseedoras de medios para combatir al virus confrontan dificultades, con mayor razón los países pobres y subdesarrollados como el nuestro, que deben desplegar los mayores esfuerzos para librar grandes batallas, con miras a ganar una guerra que podría ser muy larga por lo repetitiva y por contar con medios interminables. En el momento, el mayor aliado que tiene el Covid-19 es la guerra entre Rusia y Ucrania, puesto que “todo pueblo enfermo siempre candidato para ataques de cualquier flanco”. En general, en el mundo muchos estamos en riesgo de ser víctimas propicias del coronavirus y otros males.