La Paz, hace aproximadamente 50 años, marcó diferencia, como la primera región consumidora de gas licuado, en el territorio nacional. Con una demanda de 39 toneladas diarias. Le seguían Santa Cruz y Cochabamba, con cifras iguales, de 35 toneladas diarias. Oruro con 15 toneladas, Sucre con 6 toneladas, Tarija con 3.5 toneladas y Potosí con 3 toneladas (1).
La Ciudad de Nuestra Señora de La Paz, que tenía una población de 654.713 habitantes, según datos de 1976, contaba con una planta, para almacenar 600 toneladas de gas. Ubicada en el sector occidental, del contexto nacional, revolucionó, en consecuencia, el uso de ese energético que, años más tarde, generaría la bonanza económica que jamás se haya visto, en la historia Patria. Entonces se dijo que nuestra economía estaba “blindada”.
En ese tiempo había gas suficiente para el consumo interno y para la exportación al mercado externo. El país, mediante Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), entidad fundada en fecha 21 de diciembre de 1936, logró exportar, durante la gestión de 1977, una cantidad estimada en 57.886 millones de pies cúbicos (2). Habría percibido importantes ingresos para el erario nacional. Pero también se incrementaba la demanda en el mercado interno. Los bolivianos y bolivianas, del oriente y occidente, despertaban a un mundo de gas licuado. Se preveía una actitud de cambio, de cara al futuro, ciertamente.
El gas tendía a sustituir, en forma paulatina, en los hogares, pudientes y humildes, al kerosene, combustible doméstico por excelencia. Muy requerido aquél, en esos días, por su limpieza y su mayor poder calorífico. Sería utilizado en estufas, para calentar ambientes. Se desecharía, de tal modo, el carbón, que se utilizaba para combatir las bajas temperaturas.
El pueblo boliviano había cifrado sus esperanzas, para construir un futuro más llevadero, en ese recurso no renovable, que despertaba la expectativa, no solo nacional, sino internacional, en la década de los 70, del siglo pasado. Bolivia tenía, además, la exclusividad para la exportación, porque era el único país que poseía gas natural licuado, en Suramérica. Por lo tanto, se pensaría, alimentando sueños e ilusiones, que el gas se constituiría en el instrumento, más eficaz, para reducir la pobreza y extrema pobreza. Pero, lamentablemente, estuvo equivocado.
Ese recurso energético, con el transcurso de los años y por la sobreexplotación, se fue agotando. Pero no faltaron voces que trataron de distraernos, señalando que Bolivia tenía “un mar de gas”. Era una falacia, por cierto. “Los ingresos por gas natural no serán los mismos de los años de bonanza, lo que limitará el desempeño económico”, señaló, a principios de 2021, la directora del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), Beatriz Muriel. Tendríamos que acostumbrarnos, a estas alturas de la historia, a vivir sin gas, como dijo cierto político. La era de esa materia prima, pasará a la historia sin pena ni gloria. Volcaremos los ojos, ante esta situación, al litio. Ya veremos cómo nos va.
En suma: La Paz, de todos modos, marcó diferencia, en la década de los 70, al consumir importantes volúmenes de gas natural.
NOTAS
(1) Gontrán Carranza: “Bolivia en tus manos”, 1980, pág. 154.
(2) Ídem, pág. 153.