jueves, abril 25, 2024
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La democracia de masas y el engaño populista

El ser humano tiene la potestad inalienable de elegir lo que vea más conveniente para sí mismo y para la sociedad en conjunto. En otrora, está cualidad humana estaba ligada intrínsecamente al discernimiento producto de la razón, es decir, para elegir o decidir previamente se tenía que pensar. Las corrientes progresistas han coadyuvado para que la sana costumbre de racionalizar contenidos y preceptos sea relegada a un segundo plano, pues lo que realmente vale para estas corrientes es la simple elección. Elección que para ellos no debe ser cimentada con el uso de la razón, sino que debe ser basada en la repetición de consignas y la romantización del candidato.
La actual democracia occidental coloca como base fundamental de sus preceptos el respeto a las masas, como base democrática, anteponiendo, de este modo, el concepto de mayoría al sano uso de la razón crítica. Al ser la masa popular fácilmente manipulable, se hace “incapaz” de tomar decisiones razonables y viables. La consigna es simple, mientras la mayoría “hable”, la democracia cumple; con este razonamiento, la democracia queda totalmente desvirtuada en sus preceptos fundamentales, ya no se elige lo mejor para una determinada nación o país, se elige el slogan más bonito, aunque provenga de exguerrilleros o asesinos –Colombia y Nicaragua son ejemplo de ello–. Por ende, no se elige una propuesta razonable y viable, sino más bien se opta por la propuesta más eficaz en el momento de manipular las emociones. El adecuado uso de la razón queda simplemente relegado, pues no es funcional para el abuso y el atropello.
Queda claro que elegir no es lo mismo que pensar y que las emociones cuando son manipuladas no generan racionalidad. En el caso puntual de la democracia participativa, su conceptualización ya no es primordial, simplemente se valora la participación; el número de votantes importa más que la calidad de los candidatos o de las leyes puestas a consideración. Es, de esta manera, que la masa votante se convierte en el instrumento preferido del abuso y el atropello. La falacia de la expresión latina VOX POPULI, VOX DEI se hace inviolable para los defensores del abuso de poder y del atropello del Estado de Derecho.
La sociedad occidental ha caído de manera solapada en el idealismo de la voz de las masas como expresión de la divinidad, provocando, de esta manera, que las Naciones se conviertan en Estados y los Estados en tiranías. Se respeta como “máxima” de la democracia a la voz popular, aún a sabiendas de que ésta se encuentra totalmente incapacitada de tomar decisiones por sí misma.
Las vertientes progresistas y socialistas obviamente ensalzan a la masa no pensante, como materia prima de su “democracia de masas”. Y no solo eso, también fomentan la elección del candidato “del slogan bonito” por encima del académico, construyendo así un peligroso aparato de manipulación e imposición de ideas, leyes y normas, cuyo único fin es el de convertir a la democracia occidental en un sistema servil al progresismo, que tiene como aliado al aparato judicial, quien ejerce como brazo coercitivo de la mentira y de la imposición cultural.

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo, Filósofo y Bloguero.

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