sábado, abril 20, 2024
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Tiempo de la vacuna

Cuando surgió el coronavirus en el país, en marzo de 2020, aún no se había fabricado el antídoto respectivo. El gobierno nacional dispuso, entonces, como una medida preventiva, la cuarentena, el uso del barbijo, el lavado de manos y el distanciamiento, para evitar su propagación en el territorio boliviano. Mientras unos, desubicados e irresponsables, insistían en ¡elecciones ya! Otros, desinformados y provocadores, decían que consumiendo chuño, en el occidente, se combatía ese mal.
La memoria histórica refiere que el virus nos pescó en la curva. Con muchas falencias, como la falta de infraestructuras hospitalarias, de profesionales médicos y medicamentos. Al extremo con una escasez de oxígeno medicinal, como consecuencia de las movilizaciones sociales, lo que provocó no sólo serios problemas, sino muertos, en diferentes puntos del país. Este hecho es el más nefasto que se haya vivido en Bolivia.
Pero parece que ahora con la vacuna se practica política. Pareciera que ella se ha constituido en la bandera del oportunismo. Mientras Bolivia, con una población aproximada de once millones de habitantes, registra cerca de 15.000 fallecidos, desde marzo del año pasado a la fecha, por causa de la pandemia, cuyos orígenes provendrían de la China comunista. Ésta avanza, de manera agresiva e incontrolable, pese a la campaña de vacunación.
Que no se haga política con la vacuna. Ni con la zozobra ni con la incertidumbre de la población. Que no traten de constituirse en “salvadores” quienes manejan estos aspectos. Que sean más humildes, conscientes y humanos, ante la desesperación y desesperanza ciudadanas. Que no pequen de oportunistas ni interesados. Con estas actitudes ganarán el reconocimiento de sus congéneres.
Cualquier gobierno, de tendencia dictatorial o demócrata, urgido por una situación como la que estamos atravesando, hubiera adquirido dicho fármaco, sea de dónde fuere posible. Lo importante siempre será preservar la vida, la salud y el bienestar de los bolivianos y las bolivianas. Se debe evitar, de esta manera, la transmisión del virus, que ha sembrado de cruces no sólo el territorio patrio, sino la región y el mundo.
Habría que desechar el slogan que propugna: primero los pobres y luego los oligarcas. Es una actitud que distorsiona, totalmente, los propósitos de reconciliación y unidad nacional, en tiempos del coronavirus. Se supone que quienes administran el país representan a todos los bolivianos: ricos y pobres, occidentales y orientales. El estadista del Siglo XX, que asumió profundas transformaciones socio económicas y político culturales en la década de los años 50, renunció, en su última gestión, a la jefatura de su partido, para convertirse en el gobernante del conjunto ciudadano. He ahí el paradigma que deberían imitar aquéllos que dicen ser políticos.
La adquisición de vacunas fue un acto estrictamente administrativo. Con ello no se hizo algún milagro. El hecho no es como para vanagloriarse.
En suma: que la vacuna llegue a todos y, particularmente, a los que duermen en las puertas de los hospitales para recibir su primera o segunda dosis.

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