jueves, marzo 28, 2024
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Satisfacer urgencias del país y no del partido

En la historia nacional, en pocas ocasiones los políticos y los gobernantes han tomado conciencia de que el país necesita salir de estados de pobreza, de ayudas que implican dependencia y humillaciones, de préstamos que nos empobrecen más, y de cualquier ingreso que no sea efecto de la producción y ganancias; pero sistemáticamente se ha evitado aplicar políticas de ahorro y austeridad, y se ha abusado de las arcas del Estado, gastando lo poco que se tiene y lo conseguido mediante préstamos, donaciones y pocos excedentes logrados con los esfuerzos públicos y privados de la nación.
Por el contrario, se ha obrado de manera discrecional y hasta festinatoria con los excedentes logrados mediante la producción o, como lo ocurrido excepcionalmente, por los altos precios de hidrocarburos fijados por el comercio internacional a partir del año 2008, cuando se tenía excedentes financieros jamás vistos en la historia del país.
Igualmente, las políticas de despilfarro practicadas por muchos regímenes de gobierno, han dado lugar a que de algún modo se haga cierta la afirmación popular: “Gobierno que entra al poder, sale rico sin poder que lo detenga”. En resumen, la explicación está en que “se sirvió mejor al partido que a la nación”. Los ejemplos de estos asertos son múltiples y el pueblo, fiel testigo de lo ocurrido, generalmente nada pudo o puede hacer porque normalmente la institucionalidad no funcionaba y, si a ello se agrega lo aplicado por políticos y gobiernos: “dejar hacer y dejar pasar”, se impuso la impunidad porque se obró con total inmunidad; de otro modo, surge el interrogante: ¿Dónde están los resultados y sentencias de juicios instaurados contra la corrupción practicada por la mayoría de los que manejaron los intereses del país? En este sentido, podrían surgir muchísimos interrogantes que traten de buscar y poner alguna claridad en las administraciones de quienes tuvieron en sus manos la responsabilidad de manejar los destinos del país.
Debe llegar un tiempo en que el país deje de ser instrumento para enriquecer a partidos políticos e invertir en bien de todo el pueblo; no pueden, en modo alguno, prevalecer las costumbres malsanas de atender previamente los intereses de partido y dejar “para las calendas griegas” lo que se debe hacer por la nación, es decir, por el bien común. Para ello es necesario abandonar intereses y conveniencias personales y de la política partidista, ateniéndose solamente a un sueldo o dieta o ingreso que sea fijado por ley y conforme a los servicios que se preste a la nación o entidad en que se trabaje.

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