jueves, abril 25, 2024
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El golpe a Evo terminó como autogolpe

En la historia contemporánea de Bolivia se han registrado varios bruscos casos de cambio de gobierno, como el ocurrido por el movimiento social de noviembre de 2019. El denominador común con que funcionaron esos gobiernos fue el doble poder o cogobierno de fuerzas antagónicas irreconciliables.
Todos los casos de esa naturaleza, como los de J. J. Torres, Natush, Gueiler, García Meza y otros, tuvieron las mismas características esenciales desde su nacimiento y terminaron, sin excepción, siendo expulsados por el poder paralelo, haciendo girar, finalmente, la rueda de la historia en el mismo círculo vicioso de la crisis permanente. El de Jeanine Áñez no fue una excepción.
Esta nueva forma de cambio de gobierno en Bolivia, ya no fue de la insurrección o golpe revolucionario, que barría con todo el gobierno y todos sus mecanismos de poder y, enseguida, adoptaba la política de borrón y cuenta nueva, anulando todos los poderes del Estado y sus personajes y se proponía establecer un nuevo orden, incluyendo una nueva Constitución.
¿Qué ocurrió con la caída del poder de Evo Morales y el ascenso de Jeanine Áñez? Con la nueva fórmula de cambio de gobierno de Evo a Jeanine, sucedió exactamente lo mismo que en los citados casos anteriores. Nació un gobierno con dos cuerpos, atribuyéndose cada uno de ellos facultades de gobernar a su libre albedrío. Es más, cada una de las partes se creía dueña de todo el poder y así los dos poderes se daban cabeza con cabeza y trataban de eliminarse mutuamente hasta que, por fin, ganó la parte más fuerte, en este caso el poderío del MAS, lo que derivó en el envío de la presidenta Jeanine Áñez del Palacio a la cárcel, junto con su corte de servidores que gozaban de las delicias del poder. Lo mismo sucedió con Natush, Lidia Gueiler o García Meza, por no saber en qué laberinto político se habían embarcado.
El suceso político de noviembre de 2019 fue, en realidad, un movimiento social de carácter insurreccional, pero que terminó en un aborto, ya que no cumplió las normas que rigen esa clase de hechos, superiores a la voluntad de los individuos. En efecto, careció de objetivos, dirección, conciencia, etc., es decir como precisamente no debió haberse producido, pero que, de todas maneras, tenía que realizarse, porque la historia no espera a nadie ni a nada.
De ahí que sólo cayeron del gobierno Evo Morales y su camarilla, pero no cayó el evismo que siguió en el poder en los órganos Legislativo, Judicial y dependencias, con sus miles de funcionarios, mientras el Poder Ejecutivo era una cáscara de nuez, sin timonel ni brújula, flotando apenas en medio de un mar embravecido. Más aún, el expresidente Evo Morales también seguía en el poder desde su autoexilio, gracias a la tecnología capitalista moderna, celular en mano, cuyas órdenes cumplían sus subalternos en Bolivia.
La crisis de noviembre nada resolvió y todo siguió igual. El Órgano Ejecutivo se enredó como un mosquito en el cabello de una mujer. No rompió (más propiamente, no quiso hacerlo), el círculo vicioso que le mandaban las normas de la insurrección, es decir, no se estableció como gobierno provisional, se limitó a atender limitadas tareas burocráticas pedestres a las que obliga toda insurrección (convocar a elecciones para una Constituyente, etc.), lo que determinó que la rebelión se convierta en golpe de Estado contra la insurrección y, finalmente, termine en un mero cambio de guardia palaciego.
Esa incapacidad política de los protagonistas del suceso, metió al país en un callejón sin salida, del cual no puede salir, se encuentra en un punto muerto, que solamente puede ser roto con el cumplimiento de las leyes de un proceso insurreccional, metas que no se cumplieron en forma alguna, o sea empezar de nuevo lo que se había empezado y cumplir los principios de ese tipo de soluciones, como también ocurrió con los movimientos revolucionarios de Torres, Natush, Gueiler, etc., que, lógicamente, terminaron en el fracaso por no enfrentar la realidad, por ignorancia o cobardía.
De ahí que en noviembre Evo Morales no salió del gobierno, sino a una gira turística momentánea y, por tanto, el movimiento insurreccional de noviembre no cumplió con sus objetivos históricos, pues la realidad sigue exigiendo el cumplimiento de sus metas, como necesidad imperiosa para seguir su curso natural, incumplimiento que seguirá manteniendo al país en una crisis social crónica, cada vez más requerida de una operación de cirugía mayor.
Esa situación, sin embargo, se arreglará más temprano que tarde. De ahí que el gobierno de Jeanine debe ser sometido a doble juicio. El primero, por no cumplir con el mandato de la historia y haberlo truncado deliberadamente y, segundo, por un juicio de responsabilidades por causas burocráticas de mero trámite. Pero no como se la acusa ahora para sentarla en el banquillo de los acusados y someterla a la guillotina.

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