viernes, abril 19, 2024
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Muere el escritor José Manuel Caballero Bonald a los 94 años

José Manuel Caballero Bonald falleció a los 94 años en Madrid. La noticia la ha dado a las 8.08 de la mañana del domingo Josefa Ramis, su esposa, con la que se casó en Mallorca hace 61 años y con la que tuvo cinco hijos: “Se acabó”, dijo a sus amigos, para los que él era Pepe igual que ella es Pepa. Durante meses de enfermedad ella ha sido la voz del escritor, premio Cervantes en 2012, poeta, novelista y autor de unas memorias imprescindibles.
Caballero Bonald, para el que el día y la noche no tenían límites, dejó de hacer vida pública mucho antes de la pandemia. El cáncer de piel le había producido unas “averías” “así las llamaba” de las que no quiso hacer exhibición. Se hacía raro ver en el dique seco a un hombre que tuvo siete vidas, cien oficios “profesor de literatura, lexicógrafo, editor, productor musical” y otros tantos amigos. Para celebrar su Premio Cervantes le prestaron por un año la llave de una bodega de Jerez, su ciudad natal, para que entrara a cualquier hora y con quien él quisiera. Lo contaba con la satisfacción de un niño, como si su carrera literaria cobrara por fin sentido y el discurso de Alcalá de Henares delante del Rey hubiera sido un peaje hacia esa llave mágica.
El poeta, novelista y ensayista nació el 11 de noviembre de 1926. Su padre era cubano criollo y la familia de su madre era de origen francés asentada en Andalucía desde mediados del siglo XIX. Tras pasar la Guerra Civil entre Jerez y Sanlúcar, estudió Náutica y Astronomía en Cádiz, disciplinas que cambió por Filosofía y Letras en Sevilla y Madrid, ciudad en la que se instaló en 1951.
Ese año ganó con su primer libro, Las adivinaciones, el accésit del Premio Adonáis, el galardón que consagró a su generación, a los niños de la guerra que se dieron a conocer en los años cincuenta.
1960 fue otro año clave. Se casó con Pepa Ramis, su compañera de toda la vida, y se trasladó a Bogotá como profesor de literatura en la Universidad Nacional. “Si la patria es lo que se ve desde la ventana de la casa donde uno vive a gusto”, solía decir, “yo tengo varias patrias; unas más duraderas que otras: el Coto de Doñana, Jerez, Mallorca, Madrid, Bogotá… En Colombia estuve tres años y allí escribí mi primera novela, tuve mi primer hijo. Me acuerdo mucho de esa patria mía. La que no me gusta nada es la patria de los patriotas españoles”.
Consagrado entre los poetas jóvenes, en Bogotá, efectivamente, se convirtió en novelista con Dos días de septiembre, que recibió el premio Biblioteca Breve de 1961, un galardón en el que le sucedió Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros. Centrada en la sociedad estamental y clasista del vino de Jerez, Caballero Bonald terminó repudiando esa novela por “demasiado deudora” de la estética social triunfante durante la posguerra

Música y matemáticas
Sus dudas sobre el “formalismo temático” en que se tradujo muchas veces el compromiso antifranquista ‘que en 1966 dio con sus huesos en la cárcel de Carabanchel por un mes’ hicieron que desdeñase otro de sus libros, esta vez de poesía: Pliegos de cordel (1963). Su obra poética completa, reunida en el volumen Somos el tiempo que nos queda, reúne títulos como Descrédito del héroe (1977), premio de la Crítica al año siguiente, Laberinto de Fortuna (1984), Diario de Argónida (1997) o libros nacidos, en plena vejez, de una particular mezcla de indignación cívica y exigencia estética: Manual de infractores (2005), La noche no tiene paredes (2009), Entreguerras (2012) y Desaprendizajes (2015).
Otra de las facetas de un hombre que tuvo mil es, precisamente, la musical. En 1969 firmó otra obra magna: el Archivo del cante flamenco, un álbum de seis discos y estudio preliminar grabado para la compañía Vergara.
A finales de los años cincuenta, Caballero Bonald fue subdirector de una revista clave para la cultura de la posguerra, la interior y la del exilio, Papeles de Son Armadans, fundada por Cela en Palma de Mallorca. El desencuentro entre ambos terminaría, cuarenta años después, enturbiando el frustrado ingreso del poeta en la RAE. Después de quedarse fuera por un solo voto cuando era el único candidato, lo dejó estar para siempre y se sentó a esperar todos los premios, que llegaron bajo el nombre de Nacional de Literatura, Nacional de las Letras, Reina Sofía de Poesía y, finalmente, el Cervantes. El País

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