Hace dos años, el Estado ruso inició una guerra colonial contra la Nación ucraniana, con el objetivo indisimulado de convertirla en su colonia, sin derecho a la autodeterminación de la que siempre gozó y, al mismo tiempo, y aprovechar las grandes riquezas que contiene su territorio. El imperio ruso esperaba conquistar esa nación en quince días, pero la población ucraniana decidió comenzar la resistencia para evitar ser convertida en una dependencia colonial.
Sin embargo, ese intento bélico de Moscú no ha tenido el resultado que esperaba y pasados dos años del comienzo de la invasión, no prosperó, al extremo de que se consideró que el proyecto estaba por fracasar y se debía escuchar la demanda mundial de poner fin a ese plan colonial de sometimiento.
La demanda de las naciones contra el dominio colonial ha sido creciente, pero inefectivo, mientras el pueblo ucraniano no ha dejado de combatir hasta las últimas consecuencias, defendiendo su derecho ancestral relacionado con la autodeterminación de la que siempre gozó durante su existencia.
La ambición de la jerarquía burocrática moscovita se ha estrellado contra la firme decisión nacionalista de Ucrania, que no solo ha declarado con fervor que ganará la guerra, sino que derrotará al imperio ruso, que tiene alrededor de veinte millones de kilómetros cuadrados, mientras el país invadido tiene algo más de seiscientos mil kilómetros y con similares características en lo que se refiere a la población.
Al respecto, hace alrededor de quinientos años, cerca del centro de Asia se desarrolló una dinastía que se apoderó de casi todo ese continente, aunque sin poder conseguir el dominio de Ucrania, que se mantuvo como nación soberana e independiente e inclusive desarrollando su propio idioma. Solamente por la Revolución rusa de 1917, la nación ucraniana cayó bajo su dominio y así se mantuvo hasta que se derrumbó el imperio soviético en 1989. Entonces Ucrania recuperó su derecho a la autodeterminación.
Sin embargo, frente al expansionismo zarista contemporáneo, la invasión dispuesta por Vladimir Putin ha significado volver al viejo intento de la colonización que, sin embargo, está destinado al fracaso, ya que el nacionalismo es la más poderosa fuerza histórica actual, que derrota inevitablemente a los más poderosos colonizadores.
Finamente, Bolivia, que forma parte del movimiento anticolonial mundial, y es partidaria de la autodeterminación de los pueblos, clama que se ponga fin a una guerra injusta.