La filosofía nace por la aparición del hombre, pues desde que aparecemos en la tierra empezamos a preguntar de dónde venimos y hacia dónde vamos, interrogantes que varios siglos después no podemos responder, lo que representa una gran incógnita en nuestra existencia. Mas los filósofos que inventaron incluso este término, este calificativo, otrora creían que sabían todo, que tenían todo el conocimiento del universo. Estos sofistas lucraban, comercializaban, vendían sus conocimientos, no tenían compromiso y lealtad con sus principios, con su ideología. Es decir que un día podían estar defendiendo una causa por puro interés económico y al día siguiente, si se les pagaba mejor, podían estar en contra de lo que ayer éstos creían y defendían. Es decir, prostituían sus supuestos vastos conocimientos por solo acrecentar su peculio. Andaban entre las nubes, engalanados con sus mejores ropas, con perfumes costosos, con la cabeza muy en alto, estaban por sobre el pueblo, se creían perfectos, ángeles caídos del cielo, súper dotados, genios, grandes maestros de la ley, de la vida y del conocimiento.
Estos señores sofistas, amos del conocimiento, patrones de nuestro ser, de nuestro destino, que supuestamente tenían toda la plétora de la sabiduría en sus mentes, utilizaban el método de la enseñanza, del adoctrinamiento, de la repetición, de la mnemotecnia, para que sus estudiantes, como marionetas, zombis, sin pensamiento propio, sin pensamiento crítico, fueran grandes repetidores de todo lo que estos decían. Es decir, tenían un sistema que encerraba, apresaba la creatividad, el poder de decisión y sometía su pensamiento a solo lo que estas autoridades del saber decían y creían. No había más verdad que la que éstos expresaban, no había más ley que la que éstos invocaban. En síntesis, si ellos afirmaban que algo era blanco, así debería ser, a raja tabla se debería aceptar lo que sus señorías aseveraban.
Por los mercados de Atenas andaban andrajosos, descalzos, con solo una inquebrantable voluntad de despertar el conocimiento, la sabiduría que decían está en nuestro interior. Pero al final nada enseñaban, por el contrario, nos hacían descubrir y despertar nuestra sabiduría para que ésta salga a la luz por medio del diálogo y las preguntas, cuestionamientos. Un filósofo que hacía despertar la sabiduría sacaba el conocimiento de tu propia alma, del interior de tu ser, lo hacía de manera gratuita, no comercializaba su sapiencia para beneficio propio, lo hacía de manera desinteresada. Además, éste era sometido a un juicio y condenado por el supuesto delito de pervertir a la juventud, por ir en contra de los dogmas, falacias y manipuleos de la mente, de la conciencia del pueblo, que hacían los sofistas, que para esa época solo servían para acrecentar la concentración de la riqueza en unas cuantas manos. Si el filósofo fue denunciado, era perseguido por los sofistas que creían que conocían la verdad absoluta de nuestra realidad.
Ellos dejaron que Sócrates fuera sentenciado a la pena de muerte, con la ingesta de la cicuta, una hierba venenosa. Sócrates tenía el apoyo y la logística para escapar, pero como tenía la plena certeza de la inmortalidad del alma, no tenía miedo a la muerte. Además, estaba convencido de todo lo que creía y decía: “yo solo sé que nada sé”, en una clara contraposición a los sofistas, que se jactaban y pensaban que sabían todo. Analizando lo dicho por Sócrates, nos damos cuenta de que el conocimiento es infinito, lo cual nos deja perplejos, solo con una ambición e impotencia de que nunca podremos satisfacer el saber todo, por lo finito, efímero y fugaz de nuestra existencia. Pese a eso, si fuéramos inmortales de igual manera nunca podríamos saber todo, porque éste es inconmensurable.
Según Sócrates, el objeto de la filosofía es enseñar la virtud. El conocimiento de sí, fuente de la virtud, comienza por la duda. “Sólo sé que nada sé”, repetía Sócrates. El método socrático tiene por objeto el descubrimiento de la “verdad” por medio de las disensiones.
Para Sócrates la verdad se identifica con el bien moral, esto significa que quien conozca la verdad, no podrá menos que practicar el bien. Saber y virtud coinciden, por lo tanto, quien conoce lo recto actuará con rectitud y el que hace el mal es por ignorancia.
El pensamiento crítico es la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos. El pensamiento crítico no es un concepto nuevo ni mucho menos, de hecho, su origen se remonta a la antigua Grecia: Sócrates y su mayéutica, Platón y su dialéctica, Aristóteles y su retórica. Es lo que los grandes estudiosos del pensamiento filosófico señalan, pero desde mi óptica podemos decir que el pensamiento es innato a la aparición del ser humano, y que este no es patrimonio de las personas cultas, sino de todo aquel que tiene vida y una disconformidad con el sistema político, social, económico, con diferencias y asimetrías dentro de lo que viene a ser la distribución de la riqueza, el acceso a la salud, a la educación, al trabajo digno y un acceso pleno a la felicidad.
Los sofistas aseveraban que la sabiduría nace de la lectura, de la formación y capacitación constante, del estudio de muchos libros, creyendo que éstos tienen toda la sabiduría y pleno conocimiento de la verdad, que es privilegio de las personas cultas, con un alto intelecto, con una sabiduría superior al resto de la población. Sin embargo, debemos de tener presente el desprestigio que ganaron los sofistas cuando solo por grandes cantidades de dinero enseñaban y defendían causas, incluso con falacias, sofismas. Es decir, de acuerdo con el movimiento económico éstos tranquilamente podían cambiar de posición, nunca estaban comprometidos con lo que decían, porque de la manera más dúctil se podían retractar.
Si escudriñamos lo dicho por Sócrates, Platón y Aristóteles, el pensamiento crítico, la sabiduría, el conocimiento, son virtudes que busca incansablemente el ser humano. El pensamiento crítico nace en el interior del ser humano, de sus vivencias, su sufrimiento cotidiano, de las asimetrías políticas, económicas, sociales, en las cuales uno se encuentra. Nace de la duda, la incertidumbre, la ignorancia y el desconocimiento de nuestra existencia y de nuestro destino. No se puede responder a los conflictos y las situaciones de nuestro diario vivir si no tenemos un pensamiento crítico, que es la disconformidad con lo establecido, por los dogmas que nublan nuestro pensamiento, nuestra razón y nos dejan amordazados, con los ojos de caballo cochero, con vista en una sola dirección, con toda la sarta de falacias que profieren los falsos sabios, otrora los sofistas. Hoy, la iglesia católica, la clase intelectual y gobernante, porque no hay más verdad que la que dicen nuestros “grandes pensadores”, que quieren inducirnos a seguir creyendo en la sarta de sofismas que profieren a nuestros oídos.
El pensamiento crítico nace en el fuero interno del ser humano, tenga o no estudios, lecturas de grandes cantidades de libros, o algún otro curso de formación. Al igual que el conocimiento y la sabiduría que Sócrates propugnaba que estaban en el interior del hombre, de igual forma señalo que el pensamiento crítico lo tenemos todos en nuestro ser interior, el mismo que debemos de escudriñarlo y sacarlo a la luz. Que se conozca lo que sentimos, lo que pensamos, en lo que disentimos, es decir, hacer conocer nuestro pensamiento por medio del uso de nuestra voz, debemos bramar todo lo que fluya de nuestro interior, nuestra duda.
La filosofía no es propiedad de los filósofos, de los que supuestamente saben todo, al igual que el pensamiento crítico no tiene dueño, no es de aquellos que leyeron sendos libros, ni de una clase social privilegiada, porque todos éstos, al igual que antes los sofistas que creían que sabían todo, nada sabían en realidad. Somos seres finitos, con grandes limitaciones de tiempo, con grandes incógnitas en nuestra existencia, las cuales nunca las podremos responder, como de dónde venimos y hacia dónde vamos, cuál es el origen del hombre, y cuál es ese camino de penumbras que tendremos que trajinar, un mundo oscuro del cual nada conocemos, y al gran colectivo social de provoca pánico la muerte.
Tenemos que utilizar nuestro pensamiento crítico, para pedir mejores condiciones de vida a nuestros gobernantes, no solo debemos responder a todos sus discursos con un “sí, está bien”, o solo levantar la mano para la aprobación de leyes, o ser espectadores de palco ante el hambre, la miseria, la mendicidad de un ejército de niños en nuestras calles, y los altos índices delictivos y desfalcos del erario público. Debemos hacer conocer nuestro pensamiento, nuestro sentir, pelear por mejores condiciones de vida, aunque no tengamos fuerzas, con solo la voluntad de nuestro corazón y nuestro pensamiento crítico. Debemos escribir la historia desde nuestra propia existencia, con nuestros pensamientos, conceptos, decisiones, con las leyes que nosotros hemos planteado. Es decir, debemos ser agentes de crítica y de proposiciones de cambio para tener un acceso irrestricto a la felicidad de los niños, las mujeres y los hombres. De nada sirve leer grandes cantidades de datos, plasmados en fuentes de información y de conocimiento, como son los libros, si no eres agente de fuerza y cambio de la realidad física del mundo. Pensamiento crítico, despertemos de nuestro letargo, saquemos de nuestro interior nuestra sabiduría, nuestra verdad, en la búsqueda de la felicidad de toda la humanidad.
El autor es Abogado.