En estos días, desánimo y hasta derrotismo se acentúa, según algunos comentarios, en gran parte de la sociedad boliviana, en forma particular por lo que sucede en el devenir político, que es algo que fastidia a muchos, salvo a quienes están inmersos en “politiquería”. Pareciera que todo lo malo emana de ella, añaden, contagiando a lo demás en todos los niveles, incluido el deporte, pues salvando excepciones individuales que enaltecen al deportismo boliviano, se puede afirmar que “ya estaríamos acostumbrados a continuas derrotas”.
Qué diferente a lo que ocurrió en 1977, cuando el país fue sede para los VIII Juegos Deportivos Bolivarianos. Entonces fueron construidos los mejores escenarios deportivos, con el “impuesto a la cerveza”, lo que permitió dotar de moderno material deportivo a las disciplinas en competencia. También fueron contratados calificados técnicos y entrenadores del exterior. Incluso se dio impulso a la introducción de deportes que hasta esa época no se practicaban en la nación. Vaya que el resultado fue positivo y todavía hoy se comenta que en todas las especialidades fue la más exitosa actuación de los deportistas bolivianos. En los subsiguientes “Primeros Juegos Deportivos Sudamericanos” (1978), nos otorgaron la sede, se trató de mantener ese ritmo positivo, pero tristemente de ahí en adelante casi todo fue fracaso, hasta estos días, salvo lo que causó alegría: la clasificación de Bolivia al mundial de fútbol en USA (1994).
Recordemos el campeonato sudamericano de fútbol que logró Bolivia (1963) con un equipo aguerrido, que fue una especie de leyenda, después más fueron los sinsabores para la población. Lograr el boleto para el mundial en EEUU fue como una luz de esperanza, y se pensó en que se había dejado atrás el derrotismo y el mal sabor que, generalmente, ocasiona la “política”.
Pero los designios resultaron ser otros y hoy cunde una incertidumbre que sigue causando aquella, por lo que el pueblo necesita algo que pueda hacerle ver que no todo es decepción, derrota, peleas entre bolivianos, falta de buen criterio de las autoridades, desánimo en general, sino demostrar que sí se puede. De ahí el imperativo: ¡Que clasifique nuestra Selección! Que los jugadores suden la camiseta, así harán olvidar las derrotas, hasta el mal ejemplo “politiquero” y la violencia soliviantada.
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