Cada 10 de mayo se conmemora en Bolivia el Día del Periodista, el personaje que participa en el desarrollo de la historia y, al mismo tiempo, es testigo y relator de los acontecimientos principales que ocurren en la sociedad y los trasmite no solamente para información diaria, sino como documentos históricos imborrables.
El periodista es un personaje único de la sociedad. Poseedor de una psicología original, vive cada día apegado a la vida social y sus momentos más importantes y los del acontecer común. Está en medio de los hechos, cual receptor y difundidor de todo lo que merece que sea conocido por la población. También se encuentra, en la perspectiva pública, como quien no solo describe los sucesos, sino también los analiza e interpreta. En ese sentido, el periodista contemporáneo, como es el boliviano, es un guía que convierte con sus instrumentos de comunicación el acontecer espontáneo en un hecho consciente, de tal forma que el proceso del desarrollo no avance ciegamente, sino más bien avance con pasos adecuados, para evitar que la sociedad choque con las frustraciones y se precipite al abismo.
Esa profesión adquirida en las oficinas de redacción y centros universitarios, es permanente, durante las 24 horas del día, pues hasta en horas de descanso, el periodista está pendiente de lo que ocurre para orientar a la población sobre todos los temas que sean de su interés. Así, los periodistas son un elemento fundamental de la sociedad, tanto en forma colectiva como personal, ya que viven al filo de la navaja y, con frecuencia, son objeto de persecuciones, destierros, exilios, campos de concentración, y hasta la muerte por obra de tiranos que no comprenden a un defensor de la libertad de prensa.
En cuando a los periodistas singulares de la historia de Bolivia, siempre han estado presente en acontecimientos sustantivos, desde la fundación de la Nación y a través de todos sus gobernantes. Entre ellos destaca la figura del periodista Cirilo Barragán, quien fue fusilado por el tirano Mariano Melgarejo, el 10 de mayo de 1865, por llevar la bandera de la libertad de información.
El periodista Barragán, fusilado entre los cabecillas de la revolución paceña de 1865, es el primer mártir de la prensa política boliviana. Sin embargo, es poco recordado como tal y hasta como descollante figura cívica de los luctuosos días que prosiguieron al derrumbamiento del dictador.
Resulta inexplicable, el silencio póstumo que ha envuelto inclusive su último gesto –único en la memoria de la imprenta boliviana–, en holocausto por la libertad del pensamiento escrito. Barragán fue animoso e inquebrantable dirigente del auténtico belcismo, vale decir, adversario de la hegemonía de castas y del falseamiento cultural extranjerizante. A este antecedente hay que endosar la evanescencia que va desfigurando su recuerdo. Fusilado por el despotismo, fue sepultado en el olvido por conveniencias partidistas.