Para quienes no saben, un buen número de aforismos o refranes de uso popular en el mundo tiene un origen bíblico. En el libro de Proverbios del Antiguo Testamento, que la tradición atribuye al rey Salomón, dice: “A los ojos que desafían a su padre y se niegan a obedecer a su madre, los cuervos del torrente los arrancarán, los aguiluchos los devorarán”. “Cría cuervos y te sacarán los ojos” es una expresión evidentemente estilizada, pero no extraña a la cultura hebrea de hace varios miles de años. Por supuesto, tampoco lo es a nuestra cultura y, sobre todo, a nuestra política inmunda.
Los primeros años del Siglo XXI, en lo político, estuvieron marcados por el avasallador triunfo electoral del —todavía bisoño, pero de promisorio futuro para los ingenuos y hastiados de los gobiernos que le precedieron— Movimiento Al Socialismo, sobre el que, y hasta muchos años después, Evo Morales ejerció un liderazgo indiscutible, y su aceptación residía en los movimientos sociales que el mismo dirigente cocalero fue construyendo a lo largo de su prolongado mandato, los cuales, sumados, no fueron pocos. Ellos fueron la piedra angular, el pilar de más musculatura social en que los del proceso de cambio se sostuvieron, teniendo al frente un contrapeso casi imperceptible más que por su volumen en términos de número, por la impronta de un pasado poco recomendable cuando les tocó asumir la conducción del gobierno. Las clases media y media alta, principalmente de los centros urbanos más importantes del país, fueron contestatarias al nuevo gobierno que ya empezó a destilar veneno desde el mismo 22 de enero de 2006.
Ese fue el escenario de la disputa política durante al menos quince años (hasta 2021) entre el masismo en el poder y una oposición fragmentada que nunca pudo conciliar criterios de unidad y que hasta hoy no lo hace, sin que ni el más agudo analista pudiera vislumbrar que a partir de ese año, el principal opositor de Arce Catacora sería una parte sustancial de sus propios electores. Luis Arce Catacora, ya en pleno ejercicio del poder al que accedió gracias a Evo Morales, que en su partido era el único que decidía todo, en la ciudad de Buenos Aires y contra la opinión, que para el jefe no cuenta, de un sector más bien simpatizante de David Choquehuanca por su origen indígena, decidió nominarlo como candidato a la primera magistratura, creyendo que el “milagro económico” iba a ser el anzuelo para que en el siguiente periodo constitucional el mismo líder cocalero tomara nuevamente el poder. Hay que reconocer que Evo, con todas sus limitaciones, hizo varias jugadas magistrales —aunque deshonestas— en lo político, pero haber decidido que Arce Catacora postule a la presidencia de la república en representación del MAS no fue precisamente una de ellas. Los acontecimientos desde entonces hasta hoy se encargaron de demostrarlo.
Y decimos que haber postulado a Arce Catacora a la Presidencia no fue la más feliz decisión que el jefe tomó porque, luego de un perfil bajo del presidente respecto a la guerra que su promotor le había declarado, escudándose más bien en sus subalternos como Jorge Richter, unos dos o tres ministros e igual número de diputados del ala partidaria que desde entonces ya se había decantado por él, hoy Arce, corriendo el riesgo que supone enfrentarse a su jefe, ya lanzó los dardos que tenía bien reprimidos en la esperanza de una conciliación que ya es difícil se dé. Está claro que los antecedentes del actual estado de crisis profunda tienen su origen en el despilfarro del Gobierno de Evo Morales y que el modelo económico, social, comunitario… y no sé qué otras cosas más, consistió en gastar a manos llenas el inédito caudal de ingresos que tuvo el país gracias al encuentro puntual que se dio entre una inédita producción gasífera y los precios de los carburantes en el mercado internacional.
Hoy Evo Morales está probando algo de su propia medicina, como, salvando muchas diferencias, tal vez Trotski probó de la suya cuando fue perseguido por el estalinismo: ha creado una máquina antidemocrática en términos de cómo el Movimiento Al Socialismo concibe la política, máquina que el arcismo está dejando funcionar sin ningún escrúpulo a través del control absoluto de los órganos del Estado. También ha puesto candado para evitar la postulación del líder histórico de ese partido, ha logrado fraccionar las organizaciones sociales, ha perdido el control de una inflación ya considerable, y la jurada unidad de los obreros y campesinos ha quedado solo en el relato de la historiografía. Bolivia es un país donde las ambiciones de poder han estado signadas siempre por el uso de la fuerza. Estamos en un escenario en que las broncas entre masistas también afectan a los intereses del país. Evo sigue siendo el poderoso líder de un ala radical y, juntamente con Arce Catacora, es el responsable del descalabro económico que sufrimos.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.