sábado, abril 20, 2024
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Economía agónica sobre tres pilares

Son tres los pilares en que se apoyará la difícil economía nacional en la gestión administrativa actual: la venta de energía, alimentos y la concesión de créditos. Por esos valores, los objetivos son: un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país de alrededor de 4,86 por ciento, una inflación al final de período de 3,3 por ciento y un déficit fiscal de aproximadamente -7,5 por ciento del PIB.
Esas apreciaciones fueron sostenidas por el ministro de Hacienda, Marcelo Montenegro, y el presidente a.i. del Banco Central, Edwin Rojas Ullo, en conferencia de prensa, oportunidad en la que aseguraron, además, que ese ritmo de estabilidad se mantendrá pese a al contexto internacional adverso, la invasión rusa a Ucrania y otros factores. Aspectos que no desestabilizarían, debido a que la demanda de alimentos y energéticos continuará, pues “el mundo debe seguir alimentándose”, lo que es una verdad de Perogrullo, inoportuna para el momento histórico que vive el país.
En cuanto a la participación de la energía en nuestra economía, se puede considerar que aún está algo lejana, ya que faltan algunos aspectos técnicos que impedirán la llegada de esos beneficios. Por otro lado, dichas autoridades afirmaron que el éxito también se sumará al desarrollo del nuevo orden económico, establecido por la nueva economía productiva y comunitaria que guía los pasos del destino nacional desde el año 2006.
Pero donde al parecer los planes oficiales “cojean” en alguna proporción, es en la cuestión de la alimentación, pues, como es de opinión general, la producción agrícola es tan baja que no alcanza a abastecer a la población y, de otro lado, es imposible que pueda haber algunas exportaciones de productos agrícolas, excepto soya, almendra y hoja de coca y derivados que siguen creciendo, como revelan informaciones de organismos internacionales.
Al respecto, la producción agrícola para consumo interno estaba cayendo desde el siglo pasado, pero se ha derrumbado desde principios del presente, tanto por políticas agrarias contrarias al interés nacional, como por las sequías. La situación empeoró debido a disposiciones constitucionales que han determinado el abandono de la tierra y la desaparición del amor a la tierra por parte de los campesinos, pues sus parcelas y comunidades son objeto de maltrato económico, por factores como la prohibición de venta de sus parcelas a los pequeños propietarios.
En esa forma, si bien otros factores industriales y financieros podrían tener efecto positivo, más a mediano que a corto plazo, en lo que se refiere a la cuestión agrícola, la situación es bastante pesimista. Por tanto, el país deberá seguir alimentándose con importaciones de alimentos y se ve que el proyecto de la “soberanía y seguridad alimentarias” en vigencia, hace aguas a babor y estribor y no tiene esperanzas siquiera de reaccionar. En ese sentido, se debe destacar que mientras no haya en Bolivia un cambio de la política económica feudal hacia un sistema democrático, la agricultura seguirá siendo una rémora muy pesada, sin que las ideas positivistas de los ministros de Estado tengan algún efecto que pueda hacer cambiar el actual panorama en esta materia.

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