viernes, abril 19, 2024
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Cuán diverso y diferente es el mundo de Dios N.S.

Cuando el Papa Pío XII fue interrogado por un periodista alemán, se dijo que la respuesta “paralogizó”. ¿A quién y por qué? Nadie explicó nada. La verdad es que, efectivamente, sólo merecía una simple respuesta: era una simple pregunta: “¿Cuán diverso y diferente es el mundo de Dios N. S.”?
Tiempo después, un periodista del Observatore Romano explicó: Lo simple, lo pequeño es lo más, lo que es y gusta más por ser más y estar mejor provisto. Lo que tiene importancia explicó: Lo que el Papa quiso decir fue: “El mundo, por pequeño es simple; por diverso, es grande y diferente”.
Diferente porque el hombre lo siente así: indiferente para sí mismo que siempre se siente más y proporcionalmente abarca más y cubre mucho mejor con su ciencia y sabiduría compartida: haga cálculos y, al sumar lo que consume, gasta, usa, prepara, y utiliza, recibe, siente, da y va sumando más millones que los calculados a otro u otros lados. Lo importante: así, sin mengua alguna, es igual o mejor sirve a lo que está previsto y debe cumplirse.
Así, con simplicidad, parece que no se entiende; pero, visto diferente o indiferente encuentra que, en todo, con lo mucho que posee, está lo que cubre a los otros pero con poco lo cubre todo sin que se dé cuenta de cuánto hizo, cómo y por qué así lo tuvo en cuenta; en sí, ambos son idénticos porque sirven a los mismos fines que son el amor a Dios y a los seres humanos no solamente por lo que es obra de Su creación sino por lo mucho que representan para todas las generaciones.
Nuestra fuerza humana tanto en lo corporal o carnal como en lo espiritual provienen del Señor, que es fuente inagotable de todo lo bueno, noble y digno. El Señor es dador y otorgante de todo. ¿Qué, cuánto, cómo y para qué se nos otorgaría lo que somos y tenemos sin la guía del Señor? Es pregunta que debemos hacernos y, al hallar la respuesta, encontramos que todo estaría resumido en lo mínimo y máximo que quedaría en interrogante sin respuesta posible.
Muchas veces en nuestra ceguedad procuramos alcanzar o comprender perfectamente los designios de Dios y pretendemos contar con sus mismos poderes, olvidando que Él es infinito, frente a la finitud que cada uno de sus hijos es y representa.

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