miércoles, abril 24, 2024
InicioSeccionesOpiniónSi el médico lidera, el paciente mejora

Si el médico lidera, el paciente mejora

Observo con desazón el relevo que se ha producido en los cargos del Departamento de Salud de Catalunya y la afectación que tienen en territorio español. Cargos ejercidos por profesionales que merecen el reconocimiento de la mayoría de médicos, y reitero; reconocimiento y no valoración, porque la tarea que se les ha encomendado es difícil de realizar en tan corto periodo de tiempo.

Es lógico, que los cambios de gobierno que se produzcan en la Generalitat deriven, por efecto dómino, en cambios en los cargos de las delegaciones marcados por la aritmética política. En la sanidad, pero, hace tiempo que reclamamos frentes comunes en el ámbito político que ofrezcan continuidad a los proyectos de altura y este efecto dómino cuando menos, nos inquieta. Por un lado, porque se hace muy patente la sensación de incertidumbre en relación con lo que sucederá en torno a todo aquello en lo que se estaba trabajando. Por otro lado, porque esta coyuntura nos hace reflexionar sobre quién es el profesional adecuado para ejercer el liderazgo suficiente que asegure la continuidad de los proyectos estratégicos y para pilotar la transformación necesaria en sanidad.

Cuando hablamos de sanidad, me gusta evocar la imagen de una cebolla con diferentes capas, donde la externa sería el mismo sistema sanitario con sus particularidades territoriales. En las siguientes, encontraríamos las leyes y los sistemas normativos, los gobiernos, el departamento de Salud con sus gestores y políticos, los proveedores de diversa titularidad jurídica, los hospitales y los centros de salud. Si continuamos deshojando, tendríamos los profesionales que van desde los directores de centros a los técnicos, pasando por los sanitarios, por el personal administrativo y no querría olvidarme del personal de limpieza y el de seguridad. En fin, podríamos ir poniendo capas y capas, pero en el centro de todo, en el centro de esta teórica cebolla, encontraríamos un médico, un paciente y la relación que se establece entre ambos y que, no olvidemos, constituye el acto médico.

Esta es la verdadera esencia del sistema sanitario; por un lado, un médico formado y preparado después de pasar unas pruebas de acceso a la universidad con unas notas de corte altísimas y de haber estudiado en la universidad durante seis años. Un médico que tendrá que superar un examen MIR durísimo que le dará acceso a un periodo de formación especializada (de tres a cinco años) sin dejar de lado que las condiciones laborales que tendrá durante las primeras etapas profesionales serán probablemente precarias. Y en el lado opuesto, encontramos un paciente cada vez de edad más avanzada, con más patología crónica compleja, con más problemática social añadida y con un riesgo elevado de patología de salud mental y, por si esto no fuera suficiente, que percibe una pérdida progresiva de accesibilidad al médico y, en consecuencia, siente que cada vez le cuesta más llegar al médico.

La relación entre médico-paciente ha navegado a lo largo de la historia por diferentes fases. En la antigüedad, era una relación muy paternalista donde el paciente prácticamente no contaba para nada. A partir del Siglo XIX, la relación se humaniza y, despacio, el paciente va creciendo en protagonismo y adoptando una posición más activa en su proceso curativo. En la actualidad, se está llegando a una relación médico-paciente gestionada donde el centro se desplaza al contribuyente y las decisiones médicas quedan supeditadas a consideraciones sobre la eficiencia y la conveniencia social e institucional, subordinando los deseos de ambos actores de la relación médico-paciente a administradores, burócratas y también políticos.

Este modelo de medicina gestionada puede ser muy necesario en el contexto de un sistema sanitario público, ya que puede ser la clave para garantizar una contención de los gastos y administrar con eficiencia los recursos de que disponen. Aun así, en la búsqueda de la eficiencia máxima, especialmente en un contexto de presión asistencial y de tensión demográfica médica, la medicina gestionada puede caer en algunos errores.

Uno de ellos podría ser otorgar roles que no les corresponden a otros profesionales y que entrarían a añadirse a la relación médico-paciente con el peligro de desnaturalizarla. Esta nueva distribución de roles y competencias se tendría que hacer de manera controlada, equilibrada, pactada, con seguridad jurídica por todos los actores, probablemente retribuida de forma diferente y en un contexto de protocolos realizados por equipos profesionales y siempre liderada por los médicos. Otro error se produciría por la designación de los cargos de liderazgo, desplazando al médico para priorizar aspectos políticos. Hay diferentes estudios que demuestran que el liderazgo médico viene asociado a mejores resultados por los pacientes, mayor satisfacción por los proveedores y menor agotamiento de los mismos médicos, dando lugar a una atención médica más rentable y de mayor calidad (Erin E. Sullivan et al. Engaging Physicians in Leadership).

Por lo tanto, eficiencia sí, redefinición de nuevos roles de profesionales y competencias en un contexto de transformación y mejora del sistema sanitario también, pero siempre preservando la relación médico-paciente y el liderazgo médico. ¡De este modo, quizás, los relevos de los cargos podrían ser oportunidades de mejora y pasarían de generar desazón a ilusión, eso sí, siempre que se produzcan cuando haya el tiempo prudencial y necesario para ejercerlos!

 

Dr. Sergi Boada Pié, presidente del Colegio Oficial de Médicos de Tarragona, España.

 

medicosypacientes.com

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES