martes, abril 23, 2024
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Lo siento, pero no puedo

Me encontraba en un examen final para concluir la Licenciatura, evaluación cuyas características eran las siguientes: una primera parte donde entrabas al aula y te entregarían una boleta. Nota: el grupo era de 15 estudiantes a examinar en un aula con capacidad para unos 30, de aquí que estuviese desocupada el 50%, pero ello permitía que los pupitres estuvieran más distantes unos de otros, tal vez como una medida para evitar el fraude o la copia.

Solo sobre tu paleta lápiz, borrador. Dos docentes frente al aula, donde uno de ellos te hacía seleccionar una boleta entre muchas dispersas sobre una mesa boca abajo e inmediatamente anotaba el tiempo de entrega de la misma.

Segunda parte: La boleta estaba dividida en dos secciones, la primera con preguntas específicas de la asignatura y la segunda parte (la de mayor peso) era ante una situación problema de índole metodológico, ¿cómo lo desarrollarías frente a un tribunal de docentes titulares de la propia universidad?

El llenado de la boleta tenía un tiempo máximo de entrega de 30 minutos y comenzabas a la voz de “Ya pueden iniciar”, donde al concluir entregabas las respuestas a las preguntas, levantando tu mano, señal de proporcionar a los profesores tu hoja; posteriormente acompañado por un docente, éste te trasladaba al local donde te esperaba el tribunal para tu defensa.

Retrocedo un tanto, para contarles mi anécdota ¿traumatizante?, cuando le estoy dando lectura a la boleta en general, percibo una voz casi de ultratumba, donde una compañera de clase –nos habíamos preparado dedicando horas extras para el examen– me hizo señas para que le cambiase la boleta.

Realmente el hecho me “movió el piso”, no sabía qué hacer y menos el motivo, cuando al menos en lo personal consideraba que habíamos estudiado lo suficiente. Sentí miedo y contradicción a la vez. Lo primero porque podíamos ser expulsados y lo segundo, si no accedía al cambio de la boleta, ¿dejaba de ser su compañero de estudio, de clase?

Lo hice –error garrafal e imperdonable–, intercambiamos el documento, mi rostro supongo que mostró gestos de agravio en ese momento, comenzando con la nueva evaluación, la cual a “ojo de buen cubero” (1) me resultó mucho más fácil.

Con el impasse del intercambio, demostré falta de autodominio, es decir carencia de control de mis impulsos y reacciones ante un hecho, donde manejé mis emociones y comportamiento en la interacción con mi compañera (o ¿falsa compañera?) de forma indebida.

La subjetividad de haber cometido fraude estaba en el intercambio en sí, a pesar de no haber comenzado el desarrollo del examen.

Si hubiese pensado –a pesar de los breves segundos ante la solicitud y el cambio– con calma y serenidad la disyuntiva, el saberme controlar, creo que esa noche hubiese dormido mucho mejor a pesar de la mea culpa (2).

En nuestras aulas tanto para el docente como pare el estudiante es de mucha importancia lograr y mantener el control sobre nuestras emociones e impulsos y con ello mantener la calma, y actuar de forma racional en diferentes situaciones, y que nos puede conducir a graves errores.

Y, ¿Cómo lograr a que tus estudiantes puedan auto dominarse?, Aquí están ciertas recomendaciones, que deberás analizar conjuntamente.

– Ser consciente y definir bien qué es lo que se quiere cambiar o mejorar.

– Identificar los pensamientos y sentimientos que podrían resultar impulsivos.

– Evaluarse constantemente, donde una vez que logres tomar conciencia y reconocer con facilidad los malos comportamientos o hábitos que deseas cambiar, iniciarás un proceso de mejoramiento continuo asertivo.

– Modificar tu ambiente, distanciándose de todo lo que se considere un estímulo negativo.

Es más, elabora tu propio test – lo adecuas – y así conocerás más de tus pupilos. ¡Suerte!

 

NOTAS

1)  Frase que se utiliza para hablar de la acción de medir algo de una forma imprecisa, sin la ayuda de ningún tipo de peso o medida.

2)  Locución latina que se traduce literalmente como «por mi culpa» y usada generalmente como “mi culpa” o “mi propia culpa”.

 

El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.

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