Por: Marisela Valencia
La meditación es una práctica milenaria que nos ayuda a alcanzar un estado de relajamiento profundo y una mente tranquila, pero no sólo nos relaja y reduce el estrés. La meditación afecta todo nuestro ser de forma positiva: tanto a nivel físico, como emocional y mental.
De esta forma, nos permite dejar ir cosas y no engancharnos con sentimientos como el enojo, culpa, codicia, celos… En contraste, nutre todos los niveles del ser humano y nos proporciona un sentido de significado y propósito, sentir que estamos conectados con el mundo y nuestros seres amados.
Asimismo, diferentes investigaciones se han enfocado en los efectos de la meditación en el cerebro. En ese sentido, han encontrado cambios en la actividad cerebral en sujetos que han aprendido a meditar, la cual se mantiene, incluso cuando no están meditando.
Como explica un artículo del International Quartely Journal of Research in Ayurveda, la meditación aumenta el flujo sanguíneo cerebral en las regiones cingulada frontal y anterior del cerebro, además de aumentar la eficiencia en la red de atención ejecutiva del cerebro, lo que hace a quienes meditan más rápidos en todas las tareas.
Y no sólo eso, también se asocia a un aumento de la materia gris. Esto significa que la meditación, literalmente cambia nuestro cerebro. Pero además de mejorar su química, impacta en el intestino, donde se producen muchas hormonas cerebrales, de ahí que el estrés también afecte este órgano.