Las autoridades electorales han realizado un sorteo para elegir el orden de los candidatos a la presidencia del Estado Plurinacional, que participarán en las elecciones generales programadas para el 17 de agosto próximo. Con ese resultado para configurar la papeleta electoral culminó una prolongada campaña que duró alrededor de dos años, en medio de notables incidentes en diversos niveles, tanto del Órgano Ejecutivo como del Legislativo y hasta del Órgano Judicial.
Como producto de ese sorteo, en el que participaron diez candidatos presidenciales, el electorado hará la selección correspondiente y preparará su voto para depositarlo en las urnas y, en esa forma, decidir quién será el próximo político que tendrá a su cargo las riendas del país. Y su principal labor será sacarlo de la grave crisis general en la que se encuentra hoy, como efecto de ideologías anárquicas, vigentes durante casi veinte años.
Uno de los candidatos, previo juramento solemne, recibirá el mando de la administración del Estado, por el tiempo de seis años y dando cumplimiento a la Constitución Política en actual vigencia, puesta en práctica en el año 2009, como fruto de una Asamblea Constituyente, que dio curso a una Carta Magna que es considerada ilegítima, pues no fue aprobada por los asambleístas y fue corregida por comisiones parlamentarias, sin competencia en la materia.
Los candidatos presidenciales deben estar conscientes de que, si uno de ellos obtiene la mayoría de votos, se hará cargo de un país que se encuentra en un estado de crisis general y que deberá reorganizarlo y ponerlo en el camino del progreso. En realidad, el ganador de la silla presidencial deberá acabar con la caótica situación social existente y, enseguida, enfrentar la crítica situación política existente.
Deberá encarar la quiebra del Estado, la falta de divisas, el déficit fiscal, la abrumadora cantidad de empleados públicos insensibles y satisfechos, la creciente ola de huelgas, paros, bloqueos y otras medidas de presión para exigir soluciones. Eso no es todo, deberá hacer frente a la parálisis del Estado, el desorden judicial, la corrupción, la presencia de provocadores políticos y otros.
No solo eso, tendrá que enfrentar la crisis económica, la falta de alimentos, la carencia de divisas, el hambre del pueblo, la destrucción de la agricultura y la necesidad de reactivación del aparato productivo, enfrentar al contrabando, etc. Están en pleno auge la crisis de la minería, industria, turismo, la ruina de los caminos, el desorden social por paros, marchas, etc. Que no cesarán, llevando al país a niveles de decadencia más acentuados.
En síntesis, el nuevo presidente heredará un sistema muerto, muy difícil de arreglar y detrás del cual se encontrará con la mano negra que solo busca desestabilización. Tal situación podría dar lugar a que otro gobernante ponga el cascabel al gato, con una Constituyente del pueblo.
Diez presidenciables en pos de un muerto
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