«Yo quiesiera ser como Messi y meter goles al estilo de Miguelito Terceros. Firmar autógrafos para todos los niños que me lo pidan y jugar con ellos. Vestir la camiseta del Tigre y ser el 9 de la Selección Boliviana que irá al Mundial», decía entre risas y abrazos de sus compañeros Kevin; uno de los pequeños que forma parte de la Fundación Alalay.
Al igual que él, un grupo de niños y niñas en traje deportivo seguían de cerca las palabras de los representates del cuerpo diplomático de España en Bolivia, de los empresarios de Tigo, Soboce, Mercantil Santa Cruz y de otras empresas y entidades públicas que se unieron para llevar adelante y fortificar el proyecto de escuelas sociedeportivas de la Fundación Real Madrid en Bolivia, en estrecha ejecución con la Fundación Alalay.
Los casi dos mil niños bolivianos, que son el objetivo fundamental de unión de estas entidades, están en situación de vulnerabilidad por amargas circunstancias de la vida. Y como ellos, existe un número más grande de menores en nuestro país, que aún está necesitando del apoyo de quienes tienen entre sus manos las herramientas para mejorar su vida y reinertarlos a una sociedad boliviana que pide a gritos un caudal de desarrollo humano.
El fútbol, por su carácter de deporte universal e integrador, es un escenario preciso para lograr la transmisión de valores y educación respetuosa con este grupo social.
La niñez boliviana, sea cual sea su situación de vida, tiene el derecho de acceder a las bondades que ofrece la parte humana del «Deporte Rey».
Con el proyecto de las nueve escuelas sociodeportivas de Real Madrid que funcionan en nuestro país y la noble actuación de la Fundación Alalay, una vez más se comprueba que el alcance universal del fútbol no solo es una máquina de hacer dólares; puede ser también un instrumento de desarrollo humano, donde el objetivo principal sean los más pequeños.
GHILKA SANABRIA