La historia contemporánea ha demostrado que los bloqueos, marchas, paros y otros han pasado de ser acciones que favorecían al pueblo en general y en particular a los trabajadores, en medidas que generan caos y vandalismo, lo que perjudica no solo a sus propias causas, sino que los desprestigian de manera rotunda.
Esas manifestaciones ahora han pasado de ser desfiles respetables, con demandas atendibles, a marchas violentas, con objetivos partidarios, terminando en desenfrenada embriaguez, por lo que han perdido la perspectiva histórica, atentando contra los intereses propios de los trabajadores y sirven ciegamente las ambiciones suicidas de caudillos de plazoleta, que son enemigos de sí mismos. Tan ciega es tal actitud, que va contra su tradición, por lo que las marchas populistas de hoy se han transformado en peligrosas corrientes ideológicas que van contra el desarrollo de la historia.
Por los aspectos mencionados, las marchas, bloqueos y otros conducen al país al abismo desde 2006, cuando el MAS llegó al poder. El descuido de políticos venidos a menos produjo el desastre y no hay perdón para sectores sociales que se dejaron abusar por el primer aventurero que apareció conduciendo la nave del Estado.
Al respecto se puede recordar lo que pasó en Perú hace pocos años. Allí por una crisis política fue sacado del gobierno un presidente populista, lo que fue aprovechado por seguidores del Socialismo del Siglo XXI. Ellos organizaron bloqueos y marchas con rumbo a la ciudad de Lima para hacer cumplir sus demandas. Sin embargo, el gobierno peruano con declaraciones contundentes hizo retroceder a los marchistas, acabando con el caos que amenazaba con expandirse. Al mismo tiempo, se mostró que las marchas, bloqueos y otras medidas de presión eran solamente cortinas de humo, que desaparecían ante advertencias de las autoridades peruanas.
Ahora vive Bolivia vive una crisis política similar, pero los llamados “movimientos sociales” en el fondo carecen de solidez y podrían derrumbarse en cualquier momento. Todo depende de medidas coherentes y eficaces, como sucedió en el Perú, donde el Ministro de Gobierno y la presidenta no se dejaron intimidar y obraron con tino y vigor, cuando los aventureros populistas esperaban alcanzar sus repudiables metas.
Lo cierto es que antes este tipo de marchas tenía algún apoyo público, porque sus objetivos eran comprensibles, pero ahora al ser solo de carácter partidario y reaccionario solo provocan disgusto. Ya pasó su tiempo y se requiere nuevas formas para que sean atendidas demandas verdaderamente de interés general, no para favorecer a politiqueros y demagogos.
Por otra parte, los bloqueos y marchas de adictos sin causa, han derivado en acciones violentas, sin objetivos claros y justificables, degenerando en acciones inconscientes, condenadas al desastre, más tarde que nunca. Las manifestaciones sin dirección partidaria coherente, sin considerar condiciones internas y externas que las favorezcan, no tienen posibilidad de lograr apoyo de la población.
Por esos factores y otros, los intentos del partido que organiza las actuales marchas puede terminar en un gran fracaso y hasta poner en cuestión su existencia, tomando en cuenta que millones de bolivianos esperan soluciones para la crisis económica actual, no peleas partidarias por el poder.