viernes, marzo 29, 2024
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Aprende a vivir con tus emociones

Por: Karina Barker

Vivir en un estado permanente de alegría no te hace más feliz. La felicidad plena llega cuando tomas consciencia de otras emociones como la tristeza, el miedo o la ira, y te permites sentirlas. Ese es el primer paso para transformarlas

¿Quién o qué determina que las emociones sean positivas o negativas?
Piénsalo. Las emociones son alteraciones del ánimo y, a fin de cuentas, todas son igualmente naturales, aceptables y necesarias. Es cierto que unas pueden ser más agradables que otras, pero todas son parte de nosotros y cumplen una función. Cada una tiene un mensaje y nos deja un aprendizaje.
Una vez me dijeron que el positivismo vende porque la gente quiere ser feliz y que las personas ya tienen demasiadas preocupaciones, dificultades y problemas por solucionar. De ahí que pasen tanto tiempo en las redes siguiendo a influencers y famosos que muestran sonrisas, compañía y lugares maravillosos que invitan a soñar. ¿Te ha venido alguien a la mente?
Me gustaría que, después de leer este artículo, sea en ti en quien pienses como la mejor influencia de poder e inspiración. Porque independientemente de cómo te reconozcas (positivo o negativo), lo real es que eres un ser humano con emociones varia.
Ignorar, ocultar y querer erradicar las emociones no solo te hace daño, sino que puede afectar a tu autoestima por no hacerte sentir todo lo positivo o feliz que se supone que deberías

Reconoce tus emociones y sus efectos
Las emociones básicas son seis: alegría, sorpresa, tristeza, ira, miedo y asco. Resulta increíble que, pese a que entre ellas se incluyen más de las llamadas negativas, éstas sean justamente las que más tememos, desoímos y rechazamos. Algo que sucede porque, de un modo erróneo, nos han hecho creer que no se debe sentir…
«No llores, que te pones fea». «No te pongas triste, si no me pongo triste yo también». «Las niñas buenas no tienen rabietas, son dulces y alegres porque, si no, nadie te va a querer». «No seas miedosa, mira como tu hermana no tiene miedo». Este tipo de mensajes que hemos escuchado de pequeños se llaman introyectos y son creencias que integramos en nuestra infancia y damos por inamovibles.
De entre todos esos introyectos que dominan nuestras vidas, el de ser feliz es el que más nos pasa factura. Es cierto que todos perseguimos la felicidad, pero eso no quiere decir que no podamos sentir tristeza, rabia, celos, envidia, indiferencia, culpabilidad, apego, soledad, desesperación, etc.
La tristeza te permite estar contigo mismo, escucharte, atenderte, recogerte, protegerte y recuperar energía. El miedo te previene, te protege de posibles sufrimientos, te advierte y es sano, siempre y cuando no te paralice y te impida avanzar. O sin la rabia, ¿cómo harías para darte cuenta de que algo te molesta y poner límites?

Déjate sentir
La vida nos da continuas oportunidades para crecer a través de lo que nos inspira, nos emociona y nos alegra, pero también de aquello que nos duele, nos pone tristes o nos genera enfado. El problema es que, de tanto esconder y rechazar ciertas emociones, parece que hemos perdido la capacidad de gestionarlas de una forma mesurada y constructiva.
Sin embargo, la buena noticia es que sigues poseyendo ese don y está en ti el poder manejarlas de otro modo. El primer paso para conseguirlo es reconocerlas, validarlas y, sobre todo, darte el permiso de sentirlas, escucharlas y expresarlas con respeto y amor, especialmente por ti mismo.

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