martes, abril 16, 2024
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Mi entrada triunfal… Llegaré cuando todos hayan llegado

Una de las normas básicas y elementales de la educación es, sin duda, la puntualidad, en lo personal, profesional, empresarial y en cualquier ámbito que se nos pueda ocurrir, la puntualidad es nuestra carta de presentación.

 

Llegar tarde a una cita de negocios puede ser el inicio del fin de una oportunidad que pudo ser maravillosa, es la peor manera de pretender iniciar una relación de negocios porque demuestra una falta de interés, seriedad, profesionalismo, y por supuesto de respeto… ¿Quién quiere un socio así?

 

Imaginemos el siguiente escenario: la situación está difícil y estamos buscando empleo, por fin se nos presenta una gran oportunidad, nos llaman para agendar una entrevista de trabajo, y no solo eso, sino que se trata de una posición con una remuneración que muchos quisieran tener, y que de lejos cumplimos con el perfil deseado por la empresa, en pocas palabras la entrevista es solo un formalismo.

 

Llega el día de la entrevista, es por la tarde y tenemos tiempo más que suficiente para asistir puntualmente, pero no se nos ocurre tomar las previsiones necesarias para evitar atrasarnos, sabiendo que a esa misma hora el tráfico es insoportable e imposible, y para colmo de males, justo hay una manifestación… qué desastre, ni llamando por el móvil para excusarnos servirá, el daño ya está hecho, la primera impresión del que pudo ser nuestro empleador ya se formó.

 

Este retraso fue involuntario, ilógico seria pensar que lo hicimos a propósito, pero cometimos no solo un error, sino el peor de todos y perdimos una oportunidad.

 

De la misma manera, cuando vamos al cine, al teatro, o cualquier evento, si llegamos tarde, por supuesto echamos a perder el momento… en estos casos es posible que podamos ingresar, aunque en un teatro, el que llega tarde debe esperar hasta el descanso para no perturbar la obra, es decir nos perdemos la primera parte…

 

La impuntualidad denota falta de respeto con los demás y, por supuesto, con nosotros mismos. Sin embargo, cuando uno es puntual, claramente muestra la voluntad de madrugar y cumplir con las tareas del día de manera responsable, es quizás la carta de presentación más importante que tenemos.

 

Me viene a la memoria la cena ofrecida por D. Felipe VI y Dª Letizia en el Palacio Real de Madrid, en ocasión de la Trigésima Segunda Cumbre de la OTAN en honor a los mandatarios internacionales y sus acompañantes. Lejos de los objetivos de la cumbre, me voy a referir únicamente a la puntualidad.

 

Esta cena supuso el inicio de dos jornadas de reuniones y actos de más de 40 líderes mundiales que, por cierto, vale la pena mencionar que Palacio Real no albergaba un evento de estas características desde diciembre del año 2019 por razones ya conocidas por todos, y como es habitual en estos casos, los Reyes como anfitriones, recibieron a cada uno de sus invitados en el Salón del Trono.

 

A la hora prevista para el llamado besamanos que por cierto solo mantiene el nombre. Como anfitriones, los monarcas recibían a sus invitados, un protocolo impecable, desde el ingreso mismo al Palacio Real hasta el Salón del Trono, el ingreso de cada uno de los invitados era toda una ceremonia, una vez que cada uno de ellos, junto a su acompañante (si lo tenían), saludaban a los Reyes, posaban para la correspondiente fotografía, para ello, sutilmente D. Felipe tuvo la gentileza de indicar a cada invitado el lugar que debían ocupar.

 

Pero ¿Qué hubiera sucedido si alguno de los mandatarios invitados llega tarde al besamanos?

Sin duda, lo primero que vamos a pensar es que se trata de una falta de respeto, aunque me animo a decir que la responsabilidad recaerá directamente en el equipo de protocolo del respectivo mandatario.

 

Para salir del ejemplo anterior, al igual que en una cena formal cualquiera, los anfitriones esperan a sus invitados por un tiempo prudente, ya que también deben atender a los que llegaron, por supuesto que en este caso el tiempo será menor por la cantidad de invitados, así que pasado un tiempo prudente, los anfitriones deberán integrarse a sus invitados y si alguno llega después, no se le cerrará la puerta, por supuesto, pero no será recibido por el anfitrión, eso ya es un papelón y luego me animo a decir que ocupará su lugar bajo la atenta mirada de los demás, y si llegó cuando todos están en el postre, no debe esperar a que le sirvan desde el primer plato…

 

Hay quienes prefieren llegar tarde, pues de esa manera piensan asegurar una entrada triunfal, es decir que su intención es que todos vean su llegada, pero lejos de ser una entrada, donde se destaquen y que todos los vean como victoriosos, no es nada elegante y es una falta de respeto total.

 

Jugar con el tiempo de los demás es una falta de respeto, si somos puntuales es mucho más sencillo ganarnos el respeto y aceptación de los demás.

 

No lo debería escribir, pero cuando escucho a alguien decir “Hora boliviana” quisiera saber si esa persona nació con un manual bajo el brazo, en el que se justifica y legaliza “su” irresponsabilidad y peor aún atribuirle la culpa a nuestro país…

 

Georgette E. Bretel de Aliaga

Escritora y experta

Ceremonial, Protocolo,

Etiqueta y Comportamiento Social

https://www.facebook.com/Georgette.E.Bretel.de.Aliaga

https://Gebreteldealiaga.blogspot.com

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