Con mucha tendencia a superar lo sufrido por causa del coronavirus, que prácticamente puso de rodillas al mundo, hay convicción en la humanidad para ganar terreno a la misma desgracia y encarar las soluciones para los problemas que, conforme pasen los días, se irá descubriendo. Lo que unifica voluntades hoy es la certeza de las experiencias recogidas a través de sufrimientos a partir del año 2020, que han puesto a prueba la fortaleza de personas e instituciones.
En circunstancias como las atravesadas, pueden surgir los sentimientos de unidad y los propósitos de encarar los males aún pendientes. Ejemplos del pasado enseñan que del dolor resurge el alivio capaz de dar sosiego y calor a la vida, con su respectivo caudal de fuerza para sobrellevar cualquier prueba que se presente.
Nuestro país, al unísono con otros que pasan por situaciones de extrema pobreza, sabe de las vicisitudes que se debe vencer antes de tener el caudal preciso para encarar cualquier desafío e, imbuido de fuerzas morales, acrecienta sus esperanzas con miras a enfrentar lo que se presente: lo malo para vencerlo y lo bueno para mejorarlo.
Es innegable que lo ocurrido ahora y lo sufrido, por voluntad de cada persona deben convertirse en pilar de sustentación para soportar y allanar las dificultades, por muy graves que sean. Corresponde mostrar voluntad, criterio y confianza para hacer lo necesario, no dejar todo al azar y tampoco pretender que sea igual a lo perdido, sino mejorado en calidad y cantidad.
Todo lo pasado, reforzado por los momentos difíciles que aún haya que vencer, es garantía de que el pueblo saldrá airoso de toda situación y ello servirá para acrecentar sus valores y hacer que especialmente sus jóvenes aprendan a valorar lo que tengan que pasar en el transcurso de su vida. Corresponde tener convicción de que los pueblos siempre han convertido sus angustias en fuerza y coraje que han servido para vencer el mal y dar fortaleza a la institucionalidad de la nación.