Pasada la Navidad del Señor, el mundo ha ingresado a un nuevo año –2022– imbuido de esperanzas, luego de las pruebas vencidas en los últimos años y mucho más las pasadas en casi l4 años de un gobierno dictatorial, un régimen que pretendía eternizarse en el poder, pero que, por voluntad del pueblo, resultó imposible según los resultados del referendo del 2l de febrero de 20l6, cuando la población expresó su rechazo a la prórroga del gobierno de entonces.
El año 2022 debería servir para el inicio de un tiempo en que el país adquiera las condiciones precisas para llegar al desarrollo y, de ahí, a un progreso sostenido, luego de muchas décadas de frustraciones por diversas causas ya superadas. El 2022 podría ser el año del ingreso de una juventud dinámica y capaz a la administración del Estado, de jóvenes que hayan entendido en los años precedentes la necesidad de unir a la familia boliviana y emprender caminos ciertos de realizaciones y concreción de propósitos que requieren la reacción positiva de la población.
La clase política del país tendrá que renunciar a posiciones intransigentes en las que priman desacuerdos, desavenencias y contradicciones, deseos vengativos, rencores y otros sentimientos negativos que abriga contra quienes no están de acuerdo con ideologías de extremos, ni con ideas ni criterios ni intenciones ajenos a la vocación democrática de la población.
El gobierno, conjuntamente su partido, deberá tomar plena conciencia de que todos somos hijos de la misma patria que es Bolivia y que está pendiente del amor, esfuerzos, trabajo disciplinado y servicios de la colectividad. Es importante que los gobernantes tomen conciencia de que los poderes que ejercen deben estar al servicio del pueblo y no servirse de él como si fuese legado o herencia. Más que en el pasado, los pueblos requieren desenvolverse en ámbitos donde reinen el diálogo para encontrar cauces de armonía, el entendimiento y la concertación para lograr lo más necesario para la vida del ser humano, no caben ya las “medias tintas”, ni el “por si acaso”, “tal vez”, “podría ser” y otros disfraces para disimular la incapacidad del hombre para tomar decisiones. Cuando encontremos senderos de entendimiento, seguramente hallaremos los remedios para múltiples dificultades, soluciones que hoy se las siente lejanas o imposibles. La unión, pues, es absolutamente necesaria, porque implica una lucha frontal contra lo que lastima a la humanidad.