En los últimos decenios de la vida de Bolivia, universidades y diversas instituciones sociales y científicas e instituciones internacionales enviaron misiones de profesionales especializados a Bolivia, con objeto de contribuir con estudios y sugerencias sobre diversos aspectos de la realidad nacional. Alrededor de dos mil entidades de ese género, con unos cinco mil funcionarios, llegaron a Bolivia a prestar su colaboración, libre de gastos para el gobierno.
Según datos numéricos, las ONGs registradas sumaron 1.900 y sus emisarios permanecieron en el país, dejando un presupuesto anual considerable, de alrededor de dos millones de dólares, que fueron invertidos para dar empleo a dos o tres mil personas y hacer gastos diversos en adquisición de material de trabajo. Lo más notable fue que hicieron investigaciones de diverso tipo, que contribuyeron al conocimiento de la realidad nacional. No dejaron de ayudar en ámbitos como educación, salud, cultura y otros.
Ahora bien, desde hace algo más de dos décadas, esas entidades empezaron a sufrir dificultades por actitudes discriminatorias y racistas, así como fueron objeto de amenazas físicas y morales, que causaron gran preocupación. Ante esa situación de desprotección, dichas entidades empezaron a abandonar sus labores de beneficencia y retroceder a sus centros de reclutamiento en Europa, Asia, Estados Unidos y otras naciones amigas de Bolivia.
Las acciones de amedrentamiento contra las ONGs fueron reluciendo desde los primeros años de este siglo, pero se agravaron sucesivamente, al extremo que se produjeron agresiones físicas, lo que obligó a que muchos de esos organismos de ayuda anuncien su retirada de Bolivia. Entonces la migración de esas organizaciones de apoyo se volvió masiva y unas 1.800 retornaron a sus países, dejando así un vacío social y cultural en Bolivia.
En la actualidad, cuando los dólares casi ya no existen en Bolivia, es posible que las inversiones que hacían las ONGs hubiesen contribuido a paliar los duros momentos económicos que estamos atravesando, por problemas como el aumento de la inflación, la imposibilidad de hacer importaciones de alimentos, medicamentos y otros, además de evitar el desempleo que crece vertiginosamente.
En todo caso, es posible considerar que la fuga de ese tipo de iniciativas de ayuda se debió a la creciente amenaza de problemas de nuevo tipo, desde al año 2006, cuando el MAS llega al poder, cuando a título de lucha contra la discriminación y el racismo, esos dos males, por el contrario, se agravaron, en vez de disminuir. Fue entonces el momento de que muchas ONGs hicieran maletas para dirigirse a otros destinos, donde podían realizar sus investigaciones sin peligro alguno y sea valorada su labor social.