Rostros de preocupación, fastidio, y hasta resignación, se observa a diario en centros de abasto, y en la calle en general. Nuestra gente tiene que hacer malabares para afrontar los gastos diarios, “estirando” como si fuesen chicles los ingresos familiares que se han reducido en las últimas épocas, por la elevación especulativa de precios de componentes de la canasta familiar y, realmente, de todo, esperándose sólo el mazazo final que puede traducirse –Dios no lo quiera así, exclaman– en la subida de tarifas del transporte público, y el aumento del precio del pan nuestro de cada día.
¿Quién tiene la culpa de la debacle en la que estamos?, se preguntan, y obviamente no encuentran una respuesta clara y concreta, puesto que algunos dicen “el Gobierno”, otros “los banqueros y empresarios”, no faltando quienes aseveren “los opositores, porque ellos nada hicieron cuando estuvieron en el poder”, o “los sindicalistas que son cogobierno, porque no defienden de veras a la clase laboral”. Al parecer la respuesta a ese interrogante está en las conciencias de quienes saben que ellos son los autores de esta situación, pero nunca aceptarán los errores que cometieron, algo que viene acentuándose en la sociedad, dado que se le hace creer, con sendas campañas desorientadoras, que en Bolivia nada ha pasado, o si prefiere. como decía un político ya fallecido, “en Bolivia pasa todo, y no pasa nada”, o “en las espaldas del pueblo boliviano se puede sembrar hasta nabos”, por cuanto “el pueblo no tiene memoria”.
Apuntan que ya suficiente tiene la sociedad con el drama que viven los adultos mayores, por ejemplo, pues de acuerdo a quejas, muchos de ellos han tenido que soportar el recorte de su renta “Dignidad”, otrora “Bonosol”, y todo porque consiguieron algún empleo pese a estar jubilados, ya que su renta ínfima no les alcanza para vivir dignamente. Aunque se pregona que este sector tiene los “beneficios” que otorgan los gobiernos, y que las leyes los protegen, ello no se refleja en un mejor nivel de vida y, por el contrario, sufren los rigores de la inequidad e injusticia social. Bien exclaman que la jubilación con las AFPs fue brutal, con rentas míseras, y de ahí que exigen volver al anterior sistema, “archivando” la Ley 065 y aprobando otra que les permita una vivencia digna, dejando atrás la discriminación, puesto que sólo dos sectores tienen jubilaciones con el 100% de sus haberes, lo que es una afrenta para los demás contingentes laborales.
Entonces, la desesperanza, el desánimo y la impotencia, hacen mella en la salud de todos los que son maltratados por las inequidades y la injusticia social. De ahí que se justifica la proliferación, ya excesiva, de comerciantes callejeros, ya que no encuentran algo mejor para conseguir algunos billetes para los gastos del hogar, pues no hay fuentes de empleo. ¿Quién tiene la culpa?
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