Con los argumentos bastante febles de “atender el servicio de la deuda externa” y “garantizar la estabilidad económica del país” el gobierno del Estado Plurinacional ha anunciado oficialmente que está vendiendo 17 toneladas de oro de las Reservas Internacionales Netas (RIN) de Bolivia, por el monto de 1.059 millones de dólares.
La noticia era esperada y tampoco de extrañar porque estaba por demás anunciada, por una parte, así como para capear una crisis de proporciones por el bajo nivel en que se encuentran las arcas nacionales debido a causas que ya se conoce de sobremanera. Pero, entre ellas, es necesario subrayar el despilfarro de los caudales económicos del país durante el gobierno de Evo Morales, Álvaro García Linera y otros corresponsables, en vez de mejorar el ahorro interno y realizar obras para aumentar la producción con el fin de obtener mayores ingresos monetarios.
También esta pignoración de las reservas de oro tuvo antecedentes con el estudio y aprobación por el Órgano Legislativo de la Ley del Oro, que fue sancionada por diputados y senadores que tenían la ilusión de que esa norma serviría para comprar oro de productores nacionales, en vez de que ese mineral salga del país por el mercado negro.
Sin embargo, este negocio de venta del oro, si bien en sí misma es de grave daño para el país, tiene el agravante de que el dinero recibido luego sale al exterior, donde se convierte en capital, sin posibilidad de retornar y, en un caso, está destinado a pagar indemnizaciones absurdas, que pueden ser consideradas fraudulentas, como la reciente a la firma Glencore por 353 millones de dólares, sin contar otras muchas que giran alrededor de los mil millones de dólares.
Pero, no limitándonos a los efectos, sino tratando de entrar a las causas, cabe recordar que las reservas económicas pasaron de 15.123 millones de dólares en 2014 a una suma de 3.796 millones de dólares en 2022, sin que se sepa a dónde fue a parar tanto dinero, lo que, más a corto que a largo plazo, debe ser objeto de investigación.
En conclusión, la baja considerable de las RIN y la venta de 17 toneladas de oro para pagar errores por absurdas nacionalizaciones revelan, a ojos vista, que el país ha ingresado a un remolino del cual solo podrá salir con un golpe de timón que ponga borrón y cuenta nueva, no solo en el manejo económico, sino también político.
Finalmente, se recuerda que durante la época evista y masista, el país tuvo ingresos por miles de millones de dólares y al presente no tiene fondos y debe recurrir a préstamos para encubrir lo mal hecho en el pasado.