En una ocasión, cuando mi mamá estaba muy concentrada en sus menesteres de preparación de un rico almuerzo, tarareando guturalmente una canción de su preferencia, y yo escuchando con mucha atención; lancé sorpresivamente una pregunta directa: Mami, ¿Por qué y cómo te enamoraste de mi papá? Mi mamá dejó de cantar, se puso nerviosa, sin poder pronunciar palabra alguna…, creo que la sorprendí inoportunamente. Recuperándose de su letargo y shock en el que se quedó, sólo atinó a mirarme y decir: hijo mío, no me preguntes esas cosas de mi intimidad. Pero, algún día te contaré, espera…
Muchos lectores de esta nota, especialmente las mamás, recordarán esas preguntas curiosas, exploratorias que los hijos e hijas nos lanzan en ocasiones de alta confianza: Mami, papi, ¿les puedo hacer una pregunta? Claro que sí, nosotros hemos respondido. Entonces, ellos aprovechando ese momento especial, empiezan con sus cuestionamientos: ¿Cómo se conocieron… dónde, cuándo y por qué se enamoraron? Seguro, nos pescaron en curva, tocando nuestros secretos bien guardados en el cofre de los recuerdos. Y quedamos aturdidos, callados como sucedió con mi linda madre, que ahora ya no tengo la dicha de tenerla a mi lado.
Queridas mamás, justo en el Día de la Madre; estos cuestionamientos inocentes de los hijos, deben servir para reflexionar sobre el sentido de la vida, sobre la prosperidad de la familia, sobre la edificación responsable de la arquitectura de la felicidad de nuestros seres queridos. Porque, querida mamá, cargas en tu inmenso corazón de madre, grandes responsabilidades y preocupaciones que impone la vida cotidiana. Por ejemplo, alimentar, vestir, proteger, ofrecer una vivienda y fundamentalmente hacer estudiar a tus retoños. Nunca abandones a los hijos, por ningún motivo y circunstancia. Eso va como una recomendación sana.
Chicos y chicas, nosotros estando cerca a nuestra madre, expresemos mucha alegría, obediencia, abracemos con amor y ternura, agradecidos por el cariño que cada día nos brinda la mamá, desde la madrugada hasta que conciliamos el sueño en los trescientos sesenta y cinco días del año calendario. Porque cuando está la mamá, sea en momentos de desolación, tristeza o felicidad, nunca faltará un plato de comida, siempre escucharemos esas palabras de aliento: ¡Hijito/a desayuna, levántate, almuerza, abrígate porque hace frío…! Para ellas, siempre seremos su hijito/a, aunque llevemos encima varios años de vida juvenil o adulta.
Hoy quiero rendir un justo homenaje de admiración y respeto a todas las madres de familia, particularmente a las mamás de la Unidad Educativa “Puerto de Rosario”. Rindo mi homenaje, apelando a una canción que escuché casualmente en Facebook, interpretada por una madre enamorada: Adela Anaya, quien con el ritmo de un huayño (peruano), canta con mucho sentimiento a los enamorados de la vida: “Ayer lo conocí”, y dice así, escuchen con atención:
Ayer lo conocí
Sus ojos yo miré
Sus labios yo besé
Luego me enamoré.
Es la primera vez
Que esto me pasa a mí
No entiendo la razón
Cómo llegó el amor.
En conclusión, si no fuera el amor de ¡ayer lo conocí!, luego me enamoré; ahora no tendríamos una familia, por quienes vivir, luchar, trabajar y buscar constantemente la felicidad, junto al esposo e hijos/as. Festejemos con todo cariño a nuestra mamá, sin olvidar, por supuesto, a la mamá mayor, la tierna abuelita. ¡Felicidades, mamitas lindas de Bolivia!
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