Es innegable que aumenta la cantidad de delincuentes que aprovechan el abandono en que cada gobierno sume a las ciudades, por no aplicar con energía lo que establecen las leyes. Y es que quienes “viven de lo ajeno” se sienten seguros por la pasividad de las autoridades nacionales, que “dejan hacer y dejan pasar”.
En las urbes importantes hay bandas organizadas, dedicadas a robos mayores porque consideran que no vale la pena lo pequeño, por lo que operan en proporción al tamaño del territorio que han elegido. Todas estas organizaciones aseguran que el gobierno no tiene ni gente ni capacidad para obrar conforme a las exigencias de quienes delinquen haciendo uso de medios sofisticados y poderosos.
Las autoridades cuya misión es combatir drástica y enérgicamente a estos delincuentes, no hacen lo suficiente para evitar la proliferación de robos, asaltos, estafas, etc., de malhechores que constantemente buscan clientela segura para acomodar productos robados o prohibidos, no solo a nivel interno sino externo. Correspondería que se desplieguen tropas policiales, en algunos casos con apoyo de militares, por ejemplo, en zonas fronterizas para luchar con mayor eficiencia contra delincuentes, quienes, por ejemplo, se apropian de motorizados en países vecinos, y los comercian para que ingresen a nuestro país. También es urgente apresar a quienes manejan los grupos dependientes de estratos superiores que viven dedicados al delito en mayor magnitud, los cuales se valen de cualquier recurso para no ser descubiertos.
Lo que sí hay que convenir es que la delincuencia y los males de cualquier país hasta se duplican cuando hay guerras y conflictos internacionales, porque el abandono en que se encuentran ciudades da oportunidad para que la delincuencia internacional actúe conjuntamente las nacionales para hacer estragos en lugares de operaciones bélicas. Por ello quienes propician las guerras deben entender cuánto daño hacen a los países involucrados. Lo cierto es que son conflictos que afectan en gran manera a la tranquilidad y vida de poblaciones y si no se pone freno a estas situaciones se corre el riesgo de que la anarquía aumente hasta niveles peligrosos, dejando como saldo enorme cantidad de víctimas, muchas de ella inocentes.