Es común que todos los pueblos que atraviesan por dificultades adquieran, por sí mismos, esperanzas para hallar soluciones para sus problemas. Porque se debe convenir en que las dificultades llegan acompañadas de esperanzas, crean fuerzas y predisponen a los pueblos para que sean evitados los yerros que causan daño y crean malas costumbres en hombres y mujeres, y que deben ser corregidos. Cada hogar y sus ocupantes podrían mejorar su situación, siempre que busquen normas de vida que los enaltezcan y les permitan renunciar a sentimientos negativos como la soberbia y la avaricia.
La mayoría de cada población rechaza pésimos comportamientos, adquiridos por costumbre o simplemente porque no hay voluntad para corregir defectos y errores que dan curso a conductas reprochables que no son lo que necesita la gente joven como modelo a seguir. En tal sentido, colegios, escuelas y hogares tienen que ser fuentes de educación y cultura; no pueden dejar que cada miembro de la familia actúe solamente por instinto, sino de acuerdo con la civilización y la cultura.
Las condiciones del ser humano le permiten albergar esperanzas ante la presencia de problemas y dependerá de cada uno –especialmente de padres de familia– que sean considerados los principios recibidos de personas con experiencia por el paso de los años. Y es que todo conflicto conlleva la esperanza de que tendrá solución; de otro modo el ser humano quedaría librado a una suerte de abandono, lo que es inconveniente para él y su familia.
Es, pues, imprescindible que la educación adquiera niveles muy altos para solamente así lograr la fortaleza necesaria a fin de encarar con éxito los problemas que surjan en cualquier circunstancia de la vida. Por supuesto, esa educación a que aludimos tiene que ser reforzada en el propio hogar. Por ello los padres y parientes que hagan entender a los hijos la importancia de mantener en alto la moral y las virtudes de sus mayores, seguramente conseguirán que sus descendientes en el curso de sus vidas alcancen muchas de sus metas trazadas.
Finalmente, de la educación que sea impartida en las unidades educativas, con énfasis en valores morales, dependerá que los futuros ciudadanos, cuando ejerzan funciones públicas o privadas, muestren conductas intachables. Al contrario de lo que sucede hoy, en nuestro medio, donde con frecuencia son revelados hechos delictivos y casos de corrupción, sin considerar, por un lado, que sobre todo se debería dar prioridad al bienestar general, con la realización de obras y la aplicación de medidas, por parte del gobierno de turno, que no reflejen favoritismo particular o partidario. Ojalá así sea, pues la esperanza es lo último que se pierde.
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