Cada vez que el país atraviesa por dificultades ocasionadas por huelgas y suspensión de actividades, surge de parte de las autoridades nacionales la oferta de crear nuevas fuentes de trabajo. Sin embargo, contrariamente a estos propósitos, parece que la consigna es esperar que el sector público siga creciendo, o que los privados se encarguen de generar empleos, aunque es competencia de todos.
Lo cierto es que muchas fábricas han sido abandonadas por falta de capitales de operación, por carencia de repuestos y renovación de maquinaria y hasta por alejamiento por parte de algunos trabajadores que buscaban mejores oportunidades. Ni gobierno ni sector privado han hecho lo necesario para que ese fenómeno no lleve a la quiebra a esas empresas, cuando debieron recibir los soportes precisos para continuar sus operaciones. Por su parte, los bancos no han ofrecido préstamos con intereses accesibles para poder rehabilitar esas industrias o, si mostraron interés, fue bajo la condición de altos intereses y plazos cortos, imposibles de cumplir por los privados.
En consecuencia, autoridades de cada departamento conjuntamente empresarios privados con experiencia sobre las realizaciones de la industria, podrían cooperar para la rehabilitación y hasta creación de nuevas industrias. Pero es fácil “lanzar el problema” al gobierno o a los privados, demostrando que lo importante es lograr dinero con bajas tasas de interés, cuando lo importante es presentar planes y proyectos factibles para esa labor de rehabilitación de fábricas. Los gobiernos, casi siempre con tiempo corto de duración, parecería que evitan a propósito comprometerse con tareas como la mencionada y, lo poco que se hace es por parte de entidades privadas que tienen alguna inversión que no querrían perder, porque ningún posible inversionista se anima a encarar el caso con eficiencia y coraje.
Mientras tanto, por esa falta de apoyo gubernamental y falta de interés de los inversionistas, fábricas siguen desapareciendo en el país o reduciendo su tamaño. A tal situación dramática se añaden otros problemas, como a veces el exagerado control de las entidades recaudadoras de impuestos a las empresas formales, sin considerar, por ejemplo, que muchas de ellas han pagado impuestos por décadas y merecen otro tratamiento.
Finalmente, en vista de que en el país las actividades cada vez son más informales y que el contrabando continúa creciendo a paso acelerado, el panorama para la creación de empleos es gris y se requiere con urgencia medidas gubernamentales y de carácter privado, en este último caso, siempre que se ofrezca garantías legales sólidas.
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