Por: Lic. Héctor Molina Angulo
Recordemos que…
La oratoria es considerada el arte de expresarse en público por medio de la palabra, obedece a las reglas intelectuales, morales y materiales para hablar con elocuencia. Asimismo, la oratoria es el arte de hablar elocuentemente, de persuadir y mover el ánimo mediante la palabra. Entre los grandes jefes que condujeron pueblos o dejaron su impronta en la historia de la humanidad, ha habido algunos ciegos y algunos sordos; pero nunca un mudo. Saber algo no es idéntico a saber decirlo. Esta es la importancia de la comunicación oral.
¿Qué es el orador?
El orador es aquella persona que ejerce la oratoria, que habla en público para persuadir a los oyentes o mover su ánimo. Persona que habla en público, pronuncia discursos o imparte conferencias, que por su naturaleza y estudio tiene las cualidades que lo hacen apto para lograr los fines de la oratoria.
Obviamente, ser un buen orador puede facilitar muchas cosas en la vida. De hecho, manejar el arte de la oratoria, es una de las claves para tener éxito en la vida. En este sentido, es un error pensar que la clave de la oratoria se puede lograr únicamente a través de una persona con una buena comunicación verbal. Un buen orador debe trabajar en un lenguaje corporal adecuado para el público y la idea que quiere transmitir. Asimismo, es esencial tener como base un mensaje muy bien estructurado para no dejar que la audiencia pierda su atención o capte información que sea diferente de lo que se pretende.
Entonces es necesario tener claro que antes de comenzar una charla, exposición o cualquier acción que involucre comunicarse se debe conocerse a sí mismo. Por ello, se debe manejar los tres dominios de la comunicación, que son: razón, cuerpo y emoción.
Es importante comprender que la base de la razón es el lenguaje, y la emoción es la forma en que nos relacionamos, donde el cuerpo es el accionar. Por lo que mantener estos tres pilares en equilibrio es fundamental antes de enfrentar al público.
Por lo tanto, para convertirse en un buen orador se debe tener en cuenta que al hablar nuestro cuerpo también lo hace simultáneamente, por lo que el ritmo que marque nuestro discurso será percibido por los demás y una vez que se consiga el dominio del cuerpo se podrá acompañar de mejor forma nuestro mensaje.
Errores más comunes a evitar como oradores
Nerviosismo predominante
Este es el principal villano al que se enfrentan los oradores, especialmente aquellos que están comenzando o no tienen la experiencia suficiente para sentirse seguros.
Sentirte nervioso antes de un evento importante es natural y aceptar eso es el primer paso para controlarlo. Es necesario preguntarse de dónde viene ese sentimiento, pueden ser pensamientos negativos, falta de preparación o incluso malestar físico. Identificar la causa hace que sea más fácil trabajar en la resolución.
Problemas de dicción
La dicción se refiere a la forma en que pronunciamos los sonidos de sílabas, letras y palabras. Este factor es fundamental para una buena oratoria porque, si está mal trabajado, puede dificultar la comprensión del público.
Un orador que habla demasiado rápido o se salta ciertas sílabas, por ejemplo, puede perder rápidamente la atención de la audiencia.
Al igual que en el problema anterior, identificar la causa es crucial. Pueden originarse a partir de una respiración desordenada, falta de conocimiento verbal o incluso falta de calentamiento de los músculos faciales. Como cura, hay métodos y entrenamiento sugeridos por profesionales de la terapia de la fonoaudiología.
El miedo como compañera
El miedo a actuar en público es común y se refiere a nuestra búsqueda casi irracional de aceptación. Cuanto mayor sea la audiencia, más difícil será que todos nos acepten. Al menos eso es lo que nos dice nuestro subconsciente. Una buena manera de superar esta timidez es profundizar el conocimiento del público. Después de todo, el miedo es una reacción común ante la presencia de lo desconocido.
Predominio del aburrimiento
Generalmente cuando algo es aburrido deja de ser interesante, y sobreestima la capacidad de atención de la audiencia. Por ellos se debe mantener un equilibrio entre la pausa y el discurso para introducir elementos importantes pero a través de acciones que generen curiosidad, motivación o la mantengan si corresponde.
No debemos olvidar que como auditorio es muy seguro que llegue a aburrirnos todo aquello que no podemos asociar directamente con sentimientos y emociones, en especial con el placer o con el dolor; dos cuestiones puramente emocionales.
Por ejemplo, cuando se habla solamente de teoría o de datos el cerebro del oyente se desconecta, porque no está diseñado para asimilar la información en ese formato. Necesita poder hacer asociaciones para ver las cosas con claridad.
Leer las diapositivas, papelógrafos u otros
Para la mayoría de los oyentes, será muy difícil realizar dos funciones simultáneas que requieran atención durante una exposición ya que versan en este proceso muchos detalles internos, como la motivación, la percepción, las estrategias o técnicas de estudio, etc.
Por ello, es común que nuestro auditorio, aunque parezca que está haciendo dos cosas a la vez, en realidad está pasando de una a otra rápidamente. Esta situación hace que no se concentre en ninguna y/o se reduce la calidad de ambas.
Por lo tanto al rendir una exposición que se fundamenta en la lectura lineal de unas diapositivas o similares en voz alta, nuestra audiencia se enfocará en hacer una lectura silenciosa e incluso la mayoría lo hará antes de que el orador inicie su lectura. Por lo que al no ir a una misma velocidad, se produce un solapamiento de ideas donde no entienden lo que leen ellos ni lo que recita el “orador”; es decir, que si se realiza una lectura se asesina al orador pues nunca generará atención ni ninguna emoción en sí, pues en este escenario su presencia sobra.
Jugar con la sobre información
Recordemos que cantidad no es sinónimo de calidad. Por lo que se debe tener muy presente que al momento de presentar nuestras ideas tendemos a querer decirlo todo sin tener en cuenta las limitaciones de tiempo. Esto nos lleva a hablar mucho y de prisa, omitiendo el juego de emociones y motivación, justificada bajo una creencia de que todo es importante.
Pero el cerebro necesita descanso para poder asimilar la información. Sobre todo cuando esta es compleja o abstracta y viene en un lenguaje especializado, coloquial o poco común. Sin ofrecer pausas, se genera la saturación, se desconecta y la información no sirve parcial o totalmente de nada.
El éxito para subsanar y alejarse de este error está en la previa planificación y organización que nos permitirá otorgar menos piezas de información descontroladas, elaborando más ampliamente cada una de ellas, en lugar de dar todo un compendio de ideas y tratarlas superficialmente.
Exceso de movimiento
Dentro de la naturaleza humana está el prestar especial atención a los objetos en movimiento por instinto de supervivencia más que nada. Es por eso que exagerar con el movimiento de los pies de manera errante y constante o, jugar con las cosas que tenemos en las manos distrae a las personas de lo que decimos. Lo mismo que mover demasiado las manos para enfatizar nuestro discurso.