Quienes hemos vivido en dictadura, entre 1964 y 1982, sabemos de sus consecuencias, nefastas. De ahí que vemos con extrañeza, y profunda preocupación, el respaldo que se le haya otorgado a ciertos regímenes que vulneraron las libertades, en el continente americano. Hechos que son de amplio conocimiento público. Nos parece un despropósito, desde todo punto de vista, tratar de reivindicarlos ante la historia y los hombres. Asumir, además, la inasistencia de Bolivia, en solidaridad con ellos, a una reunión cumbre de carácter internacional. Actitud que empaña, indudablemente, la imagen de la democracia boliviana, recuperada en heroicas jornadas de lucha. Acá todavía tenemos la opción de discrepar.
Es el momento de reflexionar, pensando, básicamente, en construir una Patria, en sintonía con las preocupaciones, que emergen de países grandes y pequeños, desarrollados y en vías de desarrollo. No es conveniente, por lo visto, aislarnos, sustentando motivaciones político – ideológicas. Sobre éstas debería imponerse el interés supremo del país. Bolivia no es una isla para sobrevivir aislada de otros pueblos y gobiernos. Tiene la necesidad de conectarse, de comunicarse e intercambiar propuestas, proyectos e inquietudes, de interés común, en tiempos adversos, marcados por el conflicto ruso – ucranio.
La perspectiva es construir una Nueva Bolivia. Diseñar un futuro llevadero, con menos desesperanza y frustración, a favor de quienes vienen detrás de nosotros. Por consiguiente: se impone conducir al país con un sentido de Patria, de nación y pueblo. Es necesario evitar, de esta manera, su estancamiento, la división, la confrontación y la desunión, entre los bolivianos, que nada bueno nos ha acarreado, en el pasado.
Bolivia, muy al margen de las disquisiciones ideológicas, tendría que participar de todos los foros, habidos y por haber, en la región y el mundo. Acá no se trata de un partido, o de una sigla, sino, fundamentalmente, del venidero nacional. Está conminada, por si haya dudas, a contribuir con ideas e ideales, en el propósito de encarar los problemas más apremiantes. Ahí tenemos, entre nosotros, la pobreza, la desnutrición infantil, el desempleo y la informalidad, temas que preocupan a gobernantes y gobernados. Temas que deberían ser mitigados, por lo menos, con el apoyo de países amigos, en democracia.
Bolivia es parte activa y no pasiva del contexto internacional. Desde el momento que suscribió muchos y diferentes tratados con sus similares. Como aquel, posiblemente uno de los primeros, denominado de “Reconciliación, Paz y Amistad”, suscrito, a 22 años de la fundación de Bolivia, con España, cuyo Artículo 3°, señala: “Habrá total olvido de lo pasado y una amnistía general y completa para todos los bolivianos y españoles sin excepción alguna, que puedan hallarse expulsados, ausentes, desterrados, ocultos, o que por acaso estuviesen presos o confinados sin conocimiento de los gobiernos respectivos, cualquiera que sea el partido que hubiesen seguido durante las guerras y disensiones felizmente terminadas por el presente Tratado en todo el tiempo de ellas y hasta la ratificación del mismo”.
En suma: nuestras relaciones diplomáticas deberían ser cordiales y respetuosas, con todos los países del mundo, en la perspectiva de construir tiempos mejores, que redunden por la paz y la solidaridad, tan anheladas.
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