El escándalo del robo de motorizados de Chile encontrados en el país, durará lo que dura una salva de cohetes o de petardos, que son más ruidosos, y nada habrá pasado. Después de unos 10 días, moros y cristianos lo olvidarán, como ocurre con la serie de escándalos que vemos, mientras la corrupción seguirá en auge. La Policía Nacional se ufana por haber encontrado la camioneta roja que se ofrecía a la venta en la “feria” de Yapacaní, pero no la decomisó. Sin embargo, descubierto el automóvil Mitsubishi chileno en la casa de un coronel de la Policía, como despertando de un sueño profundo, los verdes olivo desarrollaron una actividad inusitada y dieron con varios vehículos robados, pero no con los autores. Esto es una conocida regla muy acostumbrada.
Tan impresionante movilización delata que la Policía tenía pleno conocimiento de lo “descubierto”, revelando una fuerte dosis de encubrimiento. La repetición de hechos delictivos más o menos atribuibles a la cuestionada institución no se remedia con una reestructuración, como está en boca de las autoridades, tema que ni siquiera figura en los planes del Ejecutivo, menos aun de la Asamblea Legislativa Plurinacional. En paralelo, se habla de cambiar o revisar la Ley General de la Policía Nacional. Este es el discurso conocido cuando los escándalos estallan en el aparato estatal. Las leyes por sabias que sean no valen si sus servidores carecen de la idoneidad necesaria.
Mientras tanto, dice el comandante general Jhonny Aguilera, muy suelto de cuerpo, que la institución a su cargo “es mejor que el FBI” de Estados Unidos. No se sabe si por broma o por burla afirma eso el personaje. Dice también que el efectivo policial que posea un vehículo “chuto” o indocumentado (léase robado) será castigado “con la pérdida de un año de antigüedad”. Bonita sanción equivalente a un nuevo fomento y aliento a delinquir.
Nadie toma en cuenta que estos delitos impunes son un tema decadente de nuestra sociedad por haber perdido los valores, las virtudes sociales, que deberían ser el alma y el espíritu del comportamiento general. Un terreno de esa naturaleza es apto para edificar una convivencia saludable que invite a compartirla. Cuando estos valores se pierden, sobreviene la corrupción, los feminicidios, infanticidios, el comercio de lo ilícito, como el narcotráfico, el contrabando, etc., al extremo de que estas calamidades son vistas como naturales y corrientes.
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