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Psicología

Suicidio, educación y salud pública



Uno de los lugares, donde los adolescentes puedan superar la depresión y otros problemas de orden psicológico es el colegio.
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Por Bárbaro Francisco Rodríguez Leal

El suicidio, un tema de conversación “complicado” y muchas veces rechazado. Sin embargo, su anulación explícita no lo diluye o previene, y esto lo demuestra no mis palabras, sino el hecho de que Bolivia según la OMS es el país con más suicidios de adolescentes en todo Latinoamérica y el tercero en el mundo. ¿Entonces que deberíamos hacer?

El sistema educativo

Qué mejor lugar para prevenir, identificar e intervenir la intención suicida que los colegios, esas instituciones en las cuales los adolescentes pasan gran parte de su día a día. Las cuales, sin embargo, debido a la actual pandemia se han vuelto en muchas ocasiones un factor de riesgo. Si bien el sistema educativo actual ya era ampliamente criticado por muchos estudiosos del tema, al menos conservaba la posibilidad de interactuar generando así diferentes habilidades emocionales y sociales. Actualmente está función primordial de socialización está siendo anulada debido a las clases virtuales, en las que se priva al estudiante de sus tan preciados espacios de recreo e interacción aumentando así el aislamiento de muchos adolescentes que sumado a esto viven diferentes situaciones familiares y personales.

Los educadores

Un grupo de profesionales que, si bien no están relacionados directamente a la salud mental, pueden hacer mucho por ella. El profesor o profesora en muchas ocasiones llega a conocer más a sus alumnos que los propios padres, y recíprocamente muchos alumnos depositan su confianza en ellos. Entonces, ¿por qué no aprovechar esta fortaleza, y capacitar a estos profesionales en técnicas de contención emocional y detección del pensamiento suicida o de síntomas de depresión.?

Un sistema de salud mental público

Llegados a este punto, imaginémonos que tenemos un sistema educativo que promueve la higiene mental y fomenta la interacción social, además de esto un grupo de educadores capacitados y preocupados por el aislamiento de alguno de sus estudiantes, obviamente es un avance inimaginable, sin embargo ¿pueden tratar estos profesionales de la educación una enfermedad tan grave como la depresión o la crisis suicida? Pues no. Necesitamos indudablemente un sistema de salud mental público que funcione y que provea de espacios en los cuales los adolescentes puedan trabajar sus situaciones emocionales de forma grupal e individual. Un sistema público que intervenga eficazmente y sin burocracias en situaciones de bajo, mediano y alto riesgo de suicidio.

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