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Crónicas del kolla

Bolivia no es país para viejos

E. Gerardo Mallea Valle

Indudablemente, según el INE Bolivia puede ser calificada como un país joven; sin embargo el propósito de este reporte no es mostrar cuadros estadísticos, análisis sociales o económicos de la población boliviana; es simplemente hacer una reflexión personal y empírica acerca de la herencia para nuestros hijos. Serán ellos los que dirijan y lideren este maravilloso país; jóvenes con un espíritu arrollador y ganas de comerse el mundo; pero ¿qué país les dejamos? ¿En qué país queremos que desarrollen sus talentos? ¿Hemos hecho algo para prepararles el terreno?

Nuestro curso de vida nos lleva ineluctablemente hacia una senectud pasiva y carente de fuerzas, pero esto no es óbice para abandonar la batalla; todavía queda algo por hacer. Para quienes llevamos algo de historia en nuestros lomos, los que retenemos aún en la retina las imágenes del nacimiento de una joven democracia --que costó muchas vidas humanas y trágicas conquistas sociales-- la lucha sigue. Esta contienda que demandó años de constantes caídas, de yerros y aciertos; de un crecimiento a trompicones en busca de la consumada democracia, requiere aún nuestro esfuerzo. Es hora de detenernos a pensar en esta actual coyuntura, razonar con sano criterio, sin mezquindades, sin el patrioterismo enfermizo o la consigna política depredadora. ¿Es este el país que deseamos heredar a nuestros hijos?

Quiero un país de libertades con responsabilidad, donde el imperio de la ley genere derechos y obligaciones; un país que respete el esfuerzo personal y el mérito de sus logros, donde se luche por minimizar las desigualdades sociales; un territorio que otorgue gran valor a su cultura y sus raíces, cuya prioridad sea el respeto, por encima de cualquier otro criterio y que toda esta estructura conceptual de simple sentido común se lleve a la praxis en un marco de equidad y honradez.

No quiero --y supongo conmigo muchos padres-- un país donde la dádiva estatal destruya el valor al trabajo y al esfuerzo; un país donde la educación sea un adoctrinamiento obligado e inmisericorde, donde nuestros hijos no puedan discernir y analizar el camino o la ruta que deben seguir; ese país no lo pretendo para mis hijos. Un Estado que se hace dueño del país, amo y señor de la educación, de la justicia, de los medios de comunicación, del Poder Legislativo y de todos los recursos, no puede ser el paraíso. No quiero un país culturalmente impuesto, una identidad cultural obligada para nuestros hijos.

Hace un tiempo escuché en una de las reuniones de la élite socialista --que pretende tomar las riendas de la dirección de América latina-- que el objetivo y convicción primordial y esencial es la institución del “Nuevo Orden Mundial”. De varias participaciones, la del otrora humilde campesino, hoy acaudalado cacique Evo Morales, me llamó la atención, cuando en uno de sus apotegmas afirmaba con vehemencia y mucha rotundidad que en pos del objetivo establecido se debe eliminar los elementos innecesarios en los países. ¿Y cuáles eran? Categóricamente afirmó: ¡los ancianos! Que se constituyen en una carga para el Estado, aforismo que contradice sus principios indígenas.

Quizás tenga parte de razón la afirmación esa; los “viejos” ya dejan el relevo a las nuevas generaciones; son los jóvenes quienes están llamados a seguir construyendo una verdadera y real democracia, pero para ello debemos dejar lista la estructura sobre la cual seguir edificando. Es el momento adecuado para meditar en la Bolivia que queremos para nuestros hijos; la Bolivia que deben engrandecer y desarrollar, la que deben llevar por derroteros acertados. No olvidemos, las elecciones están próximas y son una buena oportunidad para dar un paso más, no la desperdiciemos.

Madrid, España.

 
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