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Escalada golpista vía parlamentaria


 

La lucha política en el país es permanente y continua. Sin embargo, tiene algunas interrupciones por la presencia de imponderables, lo cual no detiene en absoluto el movimiento político. Esto último ocurre por aspectos internos como la necesidad de adoptar medidas sustantivas, frente a una tragedia ecológica, una revolución, una pandemia como la del Covid-19 y otras. Así, en general, normalmente lineal, menos dinámica y hasta se hace subterránea, la lucha política no se detiene.

En el caso boliviano actual, con motivo del levantamiento popular de noviembre pasado se produjo un cambio de gobierno, pero con una característica particular, o sea que solo fue expulsada la cabeza del MAS, habiendo quedado en el poder el cuerpo del organismo y, además, usufructuando importantes mecanismos del Estado, como el Órgano Legislativo y grandes partes de otros poderes.

Se organizó, entonces, un gobierno en el que prevalecen dos poderes, Ejecutivo y Legislativo, que dictan, cada cual por su parte, medidas políticas y administrativas que, generalmente, entran en pugna. Cada una de las dos partes del gobierno quiere hacerse de todo el poder, considerando que no puede haber en un gobierno dos poderes con hegemonía al mismo tiempo.

Bajo esas características ha estado existiendo el gobierno actual del país, notándose la hegemonía del sector de la presidenta Jeanine Áñez, sobre el sector atrincherado en el Órgano Legislativo. Así, las dos fuerzas han estado en pugna permanente, tratando de conseguir todo el poder.

Empero, el sector de poder del MAS fue imponiendo sus políticas y ganando terreno, mientras el sector oficial ha ido perdiendo posiciones. Se puede observar que en sus primeros días, mientras la corriente de Jeanine Áñez tenía hasta el ochenta por ciento del poder, el MAS solo tenía un diez o veinte por ciento. Por tanto, la relación de fuerzas en el gobierno en conflicto se ha ido alterando, los términos se fueron invirtiendo y los fuertes se hicieron débiles y viceversa, produciéndose una tendencia permanente en ese sentido. En todo caso, la oposición masista ha ido ganando puntos, sobre la base de órdenes desde Buenos Aires, donde su califa está apoltronado.

También se puede considerar en esta lucha por el poder total, que el masismo está a la ofensiva y el sector oficial en la defensiva, sin poder advertirse que el sector oficialista pueda pasar al contraataque, para defender espacios, previendo las consecuencias que podrían sobrevenir.

Así, la suerte del gobierno de medianería actual ha llegado a ese nivel, esperándose una definición inevitable más a corto que a mediano plazo. Es más, está pasando de una etapa pacífica a la de violencia, sin tomar en cuenta las consecuencias.

En efecto, los seguidores del masismo empezaron a causar problemas en el Congreso, Chapare, El Alto, etc. por medio de sus agitadores y voceros. Con la finalidad de acentuar esa ofensiva, el poder del MAS promulgó la Ley de convocatoria para las elecciones generales en los próximos noventa días, paso que es una escalada golpista, aunque destinada al fracaso, por su carácter inconstitucional e inoportuno.

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