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Tras muerte de mujer

Orfandad, traumas y deudas familiares



Existen varias organizaciones que trabajan en programas para evitar los crímenes contra las mujeres.
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Muchas familias deben recurrir a los créditos bancarios para solventar los gastos de los procesos penales, además deben hacerles frente a las secuelas emocionales que los dejan marcados de por vida.

Tras un feminicidio se desencadena una crisis para la familia de la víctima. Niños huérfanos, disgregación familiar, deudas, enfermedades, secuelas psicológicas y pobreza, entre otras, son las consecuencias que trae este delito que pasa a ser naturalizado por la sociedad que es cada vez más insensible.

Según el análisis de la especialista en sexualidad y licenciada en psicología clínica sistémica, Marynés Salazar, "cada vez que muere una mujer, una familia completa está afectada".

"Tenemos hijos abandonados, a un padre en la cárcel y un sistema judicial que generalmente no responde de inmediato. Tenemos una sociedad que cada vez más se insensible", dijo Salazar, quien dirige Psinergia, un centro de investigación de desarrollo humano.

Para Rosario y su hija, las cosas se complicaron luego de la muerte de Verónica Mishel. Las deudas y la carga emocional fueron lapidarias. A ello se sumó la disgregación que sufrió su familia tras el abandono de su esposo.

"Yo he gastado unos 20 mil dólares y hemos hipotecado nuestra casa para este proceso porque he tenido que contratar peritos y abogados; gastar para las hojas para que fotocopien o impriman citaciones", relató.

Otro caso de feminicidio que resalta y forma parte de las estadísticas, es el de Araceli A., de 21 años, cuya madre, Teresa C. tuvo que invertir alrededor de 30 mil dólares durante tres años de proceso para demostrar que Mayber R., pareja de su hija, la había asesinado.

Un 30 de octubre de 2016, el cuerpo de Araceli, madre de dos pequeñas hijas, fue hallado al borde del camino a Muyupampa, Chuquisaca, con innumerables golpes.

Teresa, quien se encontraba en España, recibió la llamada de su hija menor que le comunicó sobre la muerte de Araceli.

El feminicida es hijo de Nancy R. G., quien en aquel entonces fungía como titular del Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges) de Chuquisaca. Para Teresa esa posición fue aprovechada para protegerlo, pues pese a que el cuerpo fue hallado con aparentes signos de violencia, el certificado de defunción consignaba como razón del fallecimiento el Chagas. Tras reclamos, el documento fue modificado y se consignó la causa real: traumatismo encéfalo craneano.

"Después de enterrar a mi hija en Santa Cruz, toda la familia fue a Muyupampa y casa por casa fuimos preguntando. Me enteré que este hombre la golpeaba, pero la gente no quería declarar, tenía miedo", relató.

Entonces, Teresa se propuso hallar justicia para su hija y tuvo que luchar contra el favorecimiento y protección del feminicida que fue beneficiado con medidas sustitutivas, además de la parcialización de los jueces y los servicios legales municipales para con el acusado.

Teresa tuvo que retornar a España para generar recursos y pagar a los abogados. Dobló turnos en el hotel, donde trabajaba como camarera, para los gastos del juicio y solventar sus viajes al país.

Tres años y 30 mil dólares después, Teresa logró la sentencia de 30 años sin derecho a indulto para Rodas, quien cumple su condena en Monteagudo, Chuquisaca. El fallo determinó que él mató a Araceli a golpes, aunque no se estableció si lo hizo con algún objeto.

Huérfanos del feminicidio

En otros casos, donde la madre es asesinada por el padre, los hijos quedan en la absoluta vulnerabilidad como mudos testigos de una realidad que no eligieron vivir. Según el reporte de un diario local, de los 117 casos de feminicidios que fueron reportados en 2019, 131 menores de edad quedaron en la orfandad.

El recuento señala que, de esos 131 menores, 62 fueron testigos del asesinato de su madre y en más de 10 casos estos fueron agredidos por el feminicida. Para Salazar, las repercusiones en la vida de estos niños por estos feminicidios "van a ser muy fuertes porque violencia simbólica se retroalimenta de otras violencias y se va perpetuando".

Durante la entrevista, Paola, la hermana de Verónica Mishel fue paciente, pero no ocultó su dolor. Cuando quiso hablar, tomó un respiro y buscó la serenidad en su madre.

"Con todo lo que pasó no hemos tenido el tiempo de tener una etapa de duelo. Nos enfocábamos más en buscar justicia y hasta el momento ni mi madre y yo no hemos recibido el apoyo de un profesional para sobrepasar los traumas. No curamos ese duelo y muchas familias, que pasan por lo mismo", comentó. (ABI)

 
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