[Alberto Zuazo]

Dictaduras no merecen solidaridad


En el último tiempo, hubo mucha diligencia presidencial para apoyar a regímenes dictatoriales como los de Venezuela, Siria y otros. En estos casos, debe quedar en claro que sólo se trata de gestos políticos personales, en los que Bolivia y los bolivianos nada tienen que ver.

Tiene que quedar en claro que se trata de gestos personales de Evo Morales y que en nada comprometen a Bolivia y a la gran mayoría de sus ciudadanos, que una y otra vez han exteriorizado, en las urnas y otras opciones, su apego a la democracia.

Aquellos que al llegar a dirigir países y son adictos a las dictaduras nada tienen que ver con el verdadero sentir de sus pueblos, pues la humanidad entera es adicta a la libertad y a la democracia, consiguientemente contrarias a toda forma de incurrir en sus violaciones.

Es, pues, un abuso de aquellos que por los azares de la política alcanzan a ejercer funciones de mando en sus países y de manera desaprensiva expresan sus sentires de represores, al ser antidemocráticos. Así de claro y sin lugar a tolerancias comprometedoras tienen que ser identificados.

¿Por qué tanta aversión a las dictaduras?, porque son represoras y contrarias a todo concepto de libertad, puesto que ésta, ante todo, es pluralista, al aceptar cualesquiera adicciones políticas, menos aquellas que sean atentatorias o represoras de la libertad individual y colectiva de sus pueblos.

Los gobernantes que desconocen o ignoran el verdadero apego de sus pueblos a la libertad están violando el respeto y solidaridad que deben tener con ellos. Consiguientemente, no merecen ejercer la presidencia de sus países.

Porque al ser antidemocráticos y violadores de la libertad no tienen la autoridad suficiente para pretender ocupar tal posición, menos pretender ser representante legítimo de sus pueblos. Pues, cuando se solidarizan con dictadores dejan de tener legitimidad en las funciones que ocupan.

Estas situaciones son más repudiables cuando obtienen el mando de las naciones a través de las urnas, pues lo primero que están haciendo es traicionar a sus mandantes, que en su gran mayoría son demócratas.

Precisamente éstos son los que han creado los procesos eleccionarios, para que sus pueblos tengan la libertad de elegir a sus gobernantes. Por tanto, cuando se es producto de los pronunciamientos en las urnas, lo correcto y legítimo es responder a esta condición y, consiguientemente, aplicarla en todos sus alcances.

Cuando se actúa a la inversa, se está incurriendo en una gran traición pública, pues es desconocer la vocación democrática de los pueblos civilizados, empezando por atentar contra la libertad, que es la que sustenta las prácticas democráticas.

Los bolivianos, que han demostrado reiteradamente su apego a la democracia, precisamente al acudir a las urnas para elegir a un gobernante que tenga como principio rector de sus vidas la libertad y la democracia, resultan ser defraudados cuando el o los elegidos por esa vía los engañan y traicionan.

Entonces, lo mínimo que pueden hacer es desconocer y repudiar íntimamente y si puede verbalmente exteriorizar su rechazo a cuanto tenga el mal olor de la dictadura y el absolutismo.

Esto mismo se tiene que hacer cuando se apoya y defiende a dictaduras que imperan en otros países, porque implícitamente la solidaridad constituye aceptación y coincidencia plena con ellas.

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