EL DÍA HISTÓRICO – 9 de agosto de 1808

Manifiesto de la princesa Carlota Joaquina de Borbón



La princesa Carlota Joaquina de Borbón, esposa del príncipe regente de Portugal Juan VI y hermana de Fernando VII.

Esta infanta, hermana de Fernando VII de España y esposa del príncipe regente de Portugal, Juan VI, que habían emigrado al Brasil a consecuencia de la invasión francesa, dirigió a las colonias española de la América un manifiesto participándoles el estado de abyección en que habían entrado los reyes de España, los temores de que Napoleón Bonaparte se anexase los dominios de América y la conveniencia que se la reconociese, como a única representante y legítima heredera de los monarcas españoles.

LOS REYES DE PORTUGAL SE TRASLADAN AL BRASIL

Los reyes de Portugal, don Juan VI y su es-posa doña Joaquina de Borbón a instancias de lord Strangford, embajador inglés, abandona-ron su patria y dieron vela para el Brasil el 29 de noviembre de 1807, la víspera de la ocupación de Lisboa por las tropas francesas al man-do del mariscal Junot.

Hallándose en Río de Janeiro supieron que el rey de España Carlos IV y su hijo Fernando VII, renunciaron en Bayona, a favor de los franceses sus derechos de sucesión de la corona de España.

LA PRINCESA SE PROPONE SUCEDER EN AMÉRICA A LOS REYES DE ESPAÑA

No eran por entonces muy cordiales, ni mucho menos, las relaciones entre los esposos don Juan y doña Carlota Joaquina, por el contrario, un abismo de odios, nacido de las liviandades de mujer los separaba, y tanto el uno como la otra, lo único que deseaban era verse libres y reinar en cualquier parte ellos solos.

En aquellas circunstancias la prisión de los reyes de España, venía abrir a los deseos de doña Carlota Joaquina un cielo de esperanzas. La infanta estremecida de gozo, columbró al alcance de sus manos un trono donde reinar separadamente.

Fue entonces que concibió la idea de suceder a su hermano las colonias de América y con este fin, acometió una vastísima tarea de manejos y de escritos tendientes a diseminar esa idea en los dominios españoles.

“Soñaba con trasladarse a Buenos Aires a celebrar cortes, así para que constituyeran en su persona y descendencia una dinastía absoluta y perpetua como para ser coronada y ungida ante ellas con el ceremonial majestuoso de las antiguas monarquías”.

El que alentaba todos estos ambiciosos proyectos y ayudaba entusiasmado a propagarlos por distintos modos era su secretario y amigo íntimo José Pressas.

En aquellos tiempos se creía que nunca España podría sacudir el yugo de Napoleón; y como se contaba también seguro que éste no daría jamás libertad a los miembros de la familia real de la península para no reponerlos en el trono que les había usurpado. La princesa Car-lota creía talvez de buena fe que a ella le correspondía administrar el dominio perpetuo de las colonias españolas en América.

LOS MANIFIESTOS POLÍTICOS DE LA PRINCESA CARLOTA

Basada en estas consideraciones y pidiendo sugestiones de su secretario y acaso de algunos americanos, doña Carlota de Borbón dio a conocer cuatro manifiestos, firmados por ella y por su hijo Pedro, en el que reclamaba sus derechos de familia a entrar en posesión del gobierno de las citadas colonias. El primero de estos manifiestos publicado en un día como hoy, refería sucesos que prepararon la invasión francesa hasta la renuncia de Carlos IV y de Fernando VII, y continuaba de este modo:

“Considerándome suficientemente autoriza-da y obligada ejercer las veces de mi a gusto padre y real familia de España, como la más próxima representante suya, en este continente de América para con sus fieles y amados vasallos; me ha parecido conveniente, oportu-no, dirigiros este mi manifiesto en el cual de-claro nulas la abdicación y renuncia que mi señor padre, don Carlos IV y demás individuos de mi real familia de España tiene hecha a favor del emperador o jefe de los franceses, a cuya declaración deben adherir todos los fieles y leales vasallos de mi augusto padre, en cuan-to no se hallen libres e independientes los representantes de mi real familia, que tiene mejor derecho que yo de ejercerlos, pues que no me considero más que una depositaria y defensora de estos derechos, que quiero conservar ilesos e inmunes de la perversidad de los franceses, para restituirlos al legal representante de la misma augusta familia que exista o pueda exis-tir independiente en la época de la paz general; igualmente, os ruego y encarecidamente que prosigáis como hasta aquí en la recta administración de justicia, con arreglo a las leyes, las que cuidareis y celareis se mantengan ilesas y en su vigor y soberanía, cuidando muy particu-larmente de la tranquilidad pública y defensa de esos dominios, hasta que mi muy amado primo el infante don Pedro Carlos, u otra perso-na llegue entre vosotros, autorizando interina-mente para arreglar los asuntos del gobierno de esos dominios, durante la desgraciada si-tuación de mi muy amado padre, hermano y tío sin que mis nuevas providencias alteren en lo más mínimo lo dispuesto y previsto por mi au-gusto antecesor.

“Esta declaración, que va por mi signada, y refrendada por quien sirve de mi secretario, os la remito para que la guardéis, cumpláis y ha-gáis cumplir a todos los súbditos de vuestra jurisdicción, circulándola del modo y forma que hasta aquí se han circulado las órdenes de mi augusto padre a fin de que conste a todos, no solo cuales son mis derechos, sino también la firme resolución en que me hallo de mante-nerlos inviolables, certificando igualmente que como depositaria, no es, ni será jamás mi real intención alterar las leyes fundamentales de España, ni violar privilegios, honrar las exen-ciones del clero, nobleza y pueblos de la mis-ma monarquía...”.

¿CÓMO FUE RECIBIDO ESTE MANIFIESTO?

Este manifiesto fue dirigido con oficio parti-cular de la cancillería portuguesa, a las Au-diencias, presidentes, universidades, ayunta-mientos, intendentes, gobernadores, obispos y cabildos eclesiásticos de Montevideo, Buenos Aires, Santiago y La Plata o Chuquisaca, que eran las cuatro ciudades más importantes de la América en aquella época.

El encargado de conducir este manifiesto a Montevideo y Buenos Aires fue Sir Sidney Smith; a Santiago don Federico Dubbling y a Chuquisaca, el brigadier José Manuel Goyene-che, todos los cuales llevaron a satisfacción el encargo de la princesa Carlota.

El arzobispo de La Plata, Benito de Moxó mereció que la misma princesa le remitiera una carta confidencial de su puño y letra. En otra parte de estas crónicas hemos dicho cómo se recibió en Chuquisaca este manifiesto y la aso-nada a que dio lugar, el 25 de mayo de 1809.

En Buenos Aires y Santiago, como en Chu-quisaca, las pretensiones de doña Carlota lle-garon a contar con no pocos adherentes, for-mándose los preliminares del partido carolino; pero al fin aquellas pretensiones fueron recha-zadas por la mayoría de los habitantes de estas ciudades, sin embargo, de que los parti-darios de la independencia le dieron gran im-portancia, puesto que les convenía aumentar la agitación de los ánimos, despertar descon-fianzas que propagaran el descontento de to-das las clases de la sociedad, como sucedió en Chuquisaca.

Las pretensiones de la Infanta sirvieron pues a maravilla para alentar a los patriotas en sus propósitos autonomistas, quienes llegaron a darse cuenta de que si un miembro importante de la familia borbónica, deudo tan inmediato de la monarquía destronada, efectuaba no ya tra-bajos de zapa, sino manejos ostensibles para apoderarse de una parte de la herencia, nada extraño era que ellos se creyeran autorizados y capaces para resolver la cuestión por sí mis-mos, tal como les aconsejaran sus propios inte-reses; y en la disyuntiva, optaron por gober-narse por sí propios, puesto que se conside- raban en el deber y en condiciones de hacerlo.

 
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