…un ave extinta en el pais de las maravillas

Marcelo Arduz Ruiz


El dodo. “Ave extinta no voladora del tamaño de un pavo, cabeza grande, pico ganchudo y patas robustas, que habita en algunas islas del océano índico”.

Inicialmente descrito por Linneo, el Didus ineptus se convierte en el arquetipo de las especies desaparecidas por intervención del hombre, extinguida en 1681 a golpe de garrote, junto a la jauría y roedores que introdujo en la zona. En islas vecinas, otras especies también se perdieron irremediablemente, como la variedad blanca del Solitario de Reunión. No quedo ni siquiera un ejemplar disecado, pues el que se hallaba en el depósito de un museo británico, al encontrarlo apolillado, el portero lo echo al basurero, conservándose hoy apenas fragmentos de esqueletos en algunos museos.

Bajo influencia de Linneo, algunas enciclopedias la registran como Dido, emparentándola en la mitología con la fundadora de Cartago, la hija del rey de Tiro. Luego que su hermano Pigmalion asesi-na a su esposo Siqueo, ella huye recibiendo oferta de matrimonio por parte del gobernador Yarbas, pero al final decide suicidarse. En la Eneida Virgilio modifica la historia mostrando a Dido como amante de Eneas, que se suicida por despecho.

El Diccionario de la Academia Española, en lugar de Dido opta por la palabra Dodo con la significación de lelo o bobo,

describiendo al animal como “Ave extinta no voladora del tamaño de un pavo, cabeza grande, pico ganchudo y patas robustas, que habita en algunas islas del océano índico”.

Aunque la voz se registra como equivalente de estúpido, en realidad la palabra proviene del portugués Doido, que en la expresión coloquial de los primeros navegantes que en 1507 visitaron la Isla Mauricio, donde habitaba, tuvo la connotación de Alocado, seguramente por su aspecto pintoresco y hasta extravagante.

El Dodo ilustra el escudo de la Isla Mau-ricio y es famoso en Comic’s, la TV y en la película de dibujos animados “La Era del Hielo”, donde se lo ve en manada. El filósofo Schopenhauer lo menciona en su obra “Sobre la voluntad de la naturaleza”, el autor ficticio N. Scamander lo cita en-tre animales “mágicos”, con el don de desaparecer en un estallido de plumas y reaparecer en cualquier otro punto, mientras que el novelista ingles Lewis Carroll (1832-1898) lo incluye nada me-nos que en “Alicia en el país de las mara-villas”, historia llena de ingeniosos jue-gos y acertijos que inventa para entrete- ner a sus jóvenes alumnas, entre ellas la preferida Alice Liddel.

Quienes disfrutaron de la lectura de este clásico de la literatura infantil, recordaran que Alicia se empequeñece para ingre-sar a la cueva del conejo relojero, donde descubre un jardín maravilloso al que busca ingresar, pero al levantar la llave de la mesa, al lado ve un pequeño pastel con el letrero de “Cómeme” y al engullirlo comienza a crecer desmesuradamente, hasta chocar su cabeza con el techo, y cuando quiso pasar por la puertecita, solo pudo echarse de lado en el suelo y mirar el jardín con un solo ojo. Llorando desconsolada, hizo correr ríos de lágri-mas, pero sujetando en una mano los guantes y abanico del conejo se encogió rápidamente, cayendo dentro del gran charco de lágrimas que había formado y mientras estaba nadando se topa con un ratoncillo y varias otras criaturas curio-sas que habían caído al agua (entre ellas el Dodo), y todos juntos son arrastrados hasta la orilla…

En el capítulo tres (titulado “Una carrera loca”), Alicia y los animalitos empapados hasta los huesos, se reúnen en la orilla e incomodos y malhumorados, empiezan a discutir. A fin de calmar los ánimos, al Dodo se le ocurre organizar una carrera: traza una pista en forma de círculo y coloca a los competidores alrededor. Como todos comienzan a correr a la vez no sería fácil saber cuándo termina la carrera, pero media hora después cuan-do todos estaban ya secos, el Dodo con un súbito grito la da por finalizada. Al preguntarle jadeantes los concursantes quién había resultado triunfador, con se-riedad responde: “todos hemos ganado y todos ahora recibiremos un premio”, señalando con un dedo a Alicia, quien al remover en su bolsillo encuentra una caja de confites que los reparte a cada uno. Al reclamar el ratón un premio tam-bién para Alicia, el Dodo dirigiéndose hacia ella le pregunta qué más tenía en el bolsillo, y la niña le alcanza un peque-ño dedal, y entonces el Dodo rodeado por todos los animalitos, al realizar la en-trega solemnemente le dijo: “Le rogamos acepte usted este elegante dedal”, y to-dos aplaudieron con entusiasmo. Alicia pensó que aquello era absurdo, pero al ver que los animalitos tomaron muy en serio la escena, se limitó a aceptar el dedal y con aire solemne hizo una reve-rencia...

…Y, colorín colorado la carrera termina, cuando todos disfrutan felices los cara-melos. Como se aprecia, después de todo el Dodo no había sido tan bobo co-mo algunos suponen, a más de 300 años de la partida de este simpático e inolvi-dable personaje!...

 
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