[Manfredo Kempff]

El G-77 en Santa Cruz


Ha estado muy bien que a Bolivia le haya correspondido ser sede del G-77 más China, justamente cuando la agrupación conmemora 50 años de existencia, momento en que se conformó por el empuje de líderes mundiales no alineados ni con el bloque soviético ni con Estados Unidos. Durante el gobierno de Jaime Paz Zamora, Bolivia presidió el G-77 pero en años de escasos recursos, de penurias, sin gas, cuando no se podía ni soñar con reunir a más de un centenar de países y una veintena de mandatarios en ninguna de las ciudades bolivianas. Sin posibilidades económicas, la presidencia del grupo estuvo en manos de nuestros diplomáticos acreditados en Naciones Unidas, sin boato, ni publicidad, ni campaña política, ni anuncio grandilocuente de modificar el orden económico mundial.

Ahora la situación es distinta y a la cita se le quiere sacar ventajas, lo que está muy bien si es que no se cometen errores o no se pretende incomodar a los ilustres visitantes. Existe algo que, de entrada, ya no nos gusta. Según los informes que obtenemos quienes no estamos apegados al poder, lo primero que verán las delegaciones que lleguen del G-77, en el mismo aeropuerto, será coca. Coca en estado natural, mermelada de coca, refrescos, pasteles, harina de coca, pero ni un gramo de cocaína, por supuesto. El gobierno plurinacional desea mostrar al mundo (al Tercer Mundo) que coca no es cocaína, que es gelatina, que es golosina.

Lo malo de todo esto es que Santa Cruz se está convirtiendo a los ojos del orbe en la región cocalera y narcotraficante por excelencia de Bolivia, desplazando al Chapare. Y en cierto modo hay razón, ya que ha sido política de la “colonización” masista de nuestro departamento, enviar multitudes de campesinos pobres, sin ningún recurso, para que invadan tierras saneadas y reservas ecológicas sembrando la hojita perversa. ¿Qué otra cosa pueden hacer los andinos que bajan de las alturas sin recursos ni la más mínima orientación? ¿Van a sembrar caña, arroz, yuca, algodón, soya? ¡Coca! Coca es lo que han llegado a sembrar, para procesarla en cocaína, ante la mirada tolerante de las autoridades que no mueven ni un dedo para evitar el avasallamiento verde primero y blanco después.

Además, está claro que impedido el Gobierno de dar un golpe espectacular con la cuestión del mar, el remedio será la coca. La coca y mostrar una nación totalmente aymarizada con wiphalas al viento. Homogénea dirá SE. ¡Qué ironía! Si al secretario general de la ONU se le ofrecerá, de comer en El Torno, una torta de coca, habrá que suponer que a los jefes de estado, ministros y embajadores, se les tratará de meter la hojita por donde puedan. Si no es posible hablar del mar, embestir en busca de un trofeo de caza, entonces hay que exigir la legalización de la coca. ¿Qué mejor escenario que el G-77? Aunque las naciones del G-77 están lejos de los países ricos, de los que deploran la droga, pero igual suman votos en la ONU.

Ya que se han admitido letreros andinos en la FEXPO que se retirarán en cuando acabe el evento con feriado, no se hará mayor problema. Sin embargo, cómo nos hubiera gustado que Santa Cruz, en vez de la coca, hubiera sido conocida por el G-77 a través de la quinua por ejemplo, un alimento colla poderoso, sano, que puede nutrir a los pobres del mundo. Hubiera sido mucho mejor que etiquetarnos como cocaleros. Cómo no hubiéramos querido que se muestre ante algunas de las naciones famélicas que nos visitan, las bondades alimenticias de nuestros granos producidos en el oriente, de la soya, el sorgo, el girasol, el maíz. O promocionar el achachairú y nuestros frutos silvestres que sabemos ya los están industrializando en otras regiones del mundo que han trasplantado esos frutos a sus tierras.

Pero no. Otro es el interés de SE a cambio de que seamos sede del G-77. Sería absurdo ignorar el interés político existente en vísperas de unas elecciones donde SE ha decidido barrer olímpicamente en nuestro departamento y quedarse no sólo con el voto de las presidenciales sino, además, tomarse la gobernación. Es decir acabar con la incomodidad de tener a una ciudad que aunque ya penetrada por el masismo, todavía se resiste a entregarse incondicionalmente. SE gasta en motos, helicópteros, en mejora de aeropuertos, caminos para el acceso de los ilustres visitantes, y hasta regalitos caros, transporte y alojamiento. Si hay tanto dinero pues que siga el derroche, aunque llegará el momento de rendir cuentas.

Algo quedará de beneficio para Santa Cruz, no cabe duda. Pero no parece que hubiera cruceños cerca de él. Cruceños que le señalaran que hay cosas que no debe hacer porque molestan, porque nunca las vamos a tolerar. No vemos cruceños que puedan decirle la verdad y evitar susceptibilidades y malos entendidos. Los coterráneos que se ven próximos a SE, no son, lamentablemente, sino una runfla de chupamedias.

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